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El culo mas deseado de mi vida

El culo mas deseado de mi vida
Me acerqué a ella y tomándole la mano quise expresar mi condolencia pero ella sollozando profundamente se apretó a mi pecho abrazándome. Estuvimos así unos instantes que me parecieron eternos porque mucha gente nos miraba. Antes de separarnos alcancé a murmurar en su oído…lo siento mucho…
Nunca me gustaron los velorios, pero en éste me propuse aguantar un rato largo. Antes de retirarme, al saludar a la viuda le dejé una tarjeta personal indicándole que quedaba a sus completas órdenes por lo que pudiera necesitar.

La escena que relato sucedió en el velorio de Juan José, el frutero del barrio que había fallecido luego de una larga enfermedad de más de un año, dejando solos a su esposa Griselda y una nena de seis años.

Mi familia era cliente de ese comercio desde hace muchos años, y yo seguía con la rutina. Soy un solterón de más de 40 años que vivo solo en una casa cercana.

Desde joven me gustaron las mujeres de todo tipo y color, aunque mi pasión siempre fueron las que exhiben culos apetecibles. Estos, a mi entender son aquellos que con independencia del tamaño, son redondos, empinados y resaltan en la silueta. Griselda es una de esos ejemplares que me había vuelto loco desde hace tiempo. Es morocha de ojos verdes y algo gordita, pero lleva unas tetas y un culo soberbios en un cuerpo parejo. Es decir, un par de kilos demás pero bien distribuidos.

Después de unos días del suceso, recibí para mi sorpresa porque no la esperaba, una llamada de Griselda que me pedía el favor de pasar por su comercio. Intrigado y ansioso, pero también interesado, acudí a la cita. Con un rostro demacrado y con ojeras, signo del momento que estaba pasando, con gestos de sincera vergüenza me pidió prestado un dinero para pagar deudas que el finado había dejado. Se trataba de una suma nada despreciable pero que estaba a mi alcance.

Cuando le manifesté que accedía a su pedido, me abrazó y dándome un beso en los labios, me lo agradeció. Como se podrán imaginar me quedé sorprendido y no atiné a reaccionar, aunque no me pareció prudente aprovecharme por la situación que ella estaba pasando, así que dejé pasar la ocasión no sin antes intercambiar miradas sugerentes.

Al día siguiente y con el dinero en mi poder, la llamé para preguntar cómo se lo hacía llegar. Me citó a la hora en que cerraba su negocio. Puntualmente a la hora indicada estuve allí con el dinero. Como había otras personas, se lo entregué discretamente sin mayores comentarios.

A todo esto, yo seguía concurriendo esporádicamente al negocio para hacer mis compras. Siempre me recibía con mucho afecto y más de una vez, con algún beso.

Pasó el tiempo, pero no mi interés por Griselda. Ya se había transformado en una obsesión. Soñaba con ese culo y lo veía de mil formas. Todas me gustaban, pero al despertar me preguntaba si alguna vez mi sueño se haría realidad y si el objeto deseado no me produciría decepción.

Como a los tres meses de producidos los hechos narrados, recibo nuevamente en mi celular una llamada de Griselda. Esta vez me pedía ir a su casa por la noche, después de cerrar el negocio.

Con todo el entusiasmo e ilusión que imaginarán estuve a la hora señalada llevando un ramo de flores que ella me agradeció con un beso muy fuerte en los labios. Nos sentamos en un diván y me invitó a compartir una copa. Después de algunas palabras de ocasión, entre ellas que su hija estaba en casa de su madre, me anunció que el motivo de mi visita respondía al hecho de que me iba a devolver el dinero. Me volvió a agradecer mi apoyo haciendo referencia a mi generosidad.

Entendí entonces que era el momento de ir a fondo y le manifesté que desde hacía tiempo me gustaba mucho y que si bien no había hecho ningún avance al respecto, era por el respeto que le tenía al finado y para no ponerla en una situación enojosa. Me acerque a ella y tomándola de las manos le dije

• Me gustas mucho, sueño cada noche contigo.

No dejé que respondiera y abrazándola fuerte apreté mis labios a los suyos. Sentí el calor de su cuerpo y un suspiro que me animó para abrirle la boca buscando con mi lengua la suya para juntarlas en un beso que duró lo que pareció una eternidad.

Liberados del beso, con su cabeza apoyada en mi hombro susurró.

• Yo también te quiero y hace tiempo que esperaba este momento.

A partir de ese instante se acabaron las palabras y se abrió el espacio para la pasión largamente contenida.

Lo que siguió fue un desenfreno total. Abrazos, besos profundos, caricias por nuestros cuerpos, gemidos, suspiros, manos buscando los rincones más íntimos, chupones en los cuellos, miradas lascivas, todo eso en un festival interminable de un éxtasis amoroso que no cesaba. Cuando al cabo de un tiempo que no me animo a ponderar pudimos aquietarnos, Griselda me tomó de la mano y me llevó a su dormitorio.

La ropa voló por los aires en unos segundos y quedamos enfrentados abrazándonos nuevamente solo con las prendas íntimas. Me detuve por un momento para solazarme mirando cada detalle de su cuerpo que me pareció más bello aun de lo había imaginado

Con un suave empujón me arrojó en la cama, adonde caímos abrazándonos y en un prolongado beso que volvió a encender el motor del deseo sexual. La despojé del corpiño y me encontré con un par de tetas que eran exactamente lo que había imaginado. Redondas y rematadas por pezones que parecían dos botones rojos e hinchados por el deseo. No pude contenerme y me prendí a ellos lamiéndolos primero y chupándolos después. Los gemidos que escuchaba alentaban mi tarea y me dedique a morder con los labios esos ricos pezones que estaban duros y muy sensibles.

En movimiento rápido, Griselda metió su mano en mi bóxer y quitándomelo liberó mi verga la tomó en su mano para apretarla con una fuerza inusitada. De pronto se agachó para quedar mirándola durante unos segundos. Bajó el prepucio y colocando sus labios en la cabeza le pasó la lengua varias veces y la besó con suavidad para luego metérsela en la boca. Fue el inicio de una mamada en la cual no faltó nada. Lamidas, chupadas, mordidas se sucedían en un juego interminable y que me estaba llevando al orgasmo, por lo que tuve que detenerla porque no quería acabar tan rápido. Se sorprendió y me dijo.

• Que pasa, no te gusta como lo hago?

• Todo lo contrario… respondí…Es que estoy gozando como loco y no quiero venirme aun…

Le susurré que era mi turno y la despojé de su tanga. Estaba puesta de espaldas y se ofrecía mi vista en todo su esplendor. La figura era verdaderamente hermosa. Mi impaciencia por contemplar la cola debía esperar porque frente a mi había un cuerpo espectacularmente bello. Empezando por su cara, en donde sus ojos verdes brillaban con una luz de ansiedad que me subyugaba. Los senos se sostenían sobre su tronco con los pezones apuntando al techo como dos centinelas. Una suave pancita rematada con un ombligo pequeño perdido en su centro. Y más abajo una mata de pelos disciplinadamente alisados y prolijos señalando en dirección de su vagina.

Debo confesar que como un principiante dudé por unos instantes porque no sabía cómo empezar a gozar de un cuerpo singular. Me sentí aturdido cuando tuve ante mí la mujer que tanto había deseado. Su piel ligeramente morena y suave reclamaba mi atención. Me decidí por un suave beso en sus labios y cuello, para bajar a sus senos y lamer repetidamente sus rígidos pezones. Estas caricias comenzaron a encender la pasión de Griselda que acompañaba mis juegos con profundos gemidos mordiéndose los labios. Bajando en mi recorrida pasé por toda su humanidad lamiendo cada centímetro hasta encontrarme con el comienzo de su entrepierna en donde me empezó a invadir el perfume de su sexo que me terminó de alterar. Abrí sus piernas y allí estaba una vulva rosada rodeada de unos labios carnosos que parecían hinchados de la excitación y húmedos de los jugos de su calentura. No dudé y mi boca comenzó a deleitarse con esa cueva jugosa y tibia. Mi lengua, trabajadora incansable en esos destinos se puso en movimiento recorriendo toda la superficie de esa almeja apetitosa. No dejó rincón sin hurgar y jugar, hasta que llegó a descubrir un clítoris pequeño pero muy sensible, pues tan solo acariciarlo un par de veces desató un violento orgasmo que sacudió a Griselda y que me sorprendió.

Me detuve por un instante y volví mi cara hacia su rostro. Tenía los ojos cerrados y todavía mantenía los labios apretados y comenzaba a normalizar la respiración. Me dijo en un suspiro.

• Hacía tanto tiempo que no recibía tanto placer que no pude aguantar.

Le respondí con un beso diciendo.

• Tu placer es mi placer, no sabes lo feliz que estoy.

Si bien lo estaba pasando de maravillas, mi interés por su culo no me dejaba razonar bien. Dominado por el deseo le pedí que se pusiera boca abajo. Lo hizo.

Realmente resulta difícil describir tanta belleza. Una curva perfecta que arrancaba de la cintura y moría en su entrepierna. Piel suave y lisa, sin defecto alguno. Mucho, pero mucho mejor de lo que yo había soñado. Con un miedo inconsciente acerqué mis manos para acariciarlo. Empecé a recorrer su superficie centímetro a centímetro. Cuando creí haber completado mi inspección manual, me agaché y comencé a besarlo de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda en un recorrido que no dejó lugar sin besar y lamer. Me detuve en la raya que separa los dos continentes. Suavemente abrí los cachetes y dejé al descubierto el canal que remataba en un ojete apretado y más abajo el comienzo de su cuca. Deslicé mi lengua por todo el recorrido y al llegar al negrito lo chupé con una pasión fuera de todo control. Era mío por fin, allí lo tenía a mi merced. Con la lengua fui rodeando todo el esfínter para terminar dando puntazos para abrirlo. Fue una locura de placer que experimentaba. Ella me acompañaba con sus gemidos acezantes.

Estaba muy caliente y mi verga parecía que iba a reventar. Me acosté junto a Griselda que también se recuperaba de lo que luego me dijo, era una nueva experiencia que le resultó excitante. Volví a los besos mientras mi mano buscaba su vagina para acariciarla. Deslicé mi dedo mayor buscando su jugosa oquedad. Me encontré con su concha muy mojada. Noté a Griselda muy ansiosa a tal punto que no tardó en decirme al oído.

• Métemela por favor que ya no doy más, la necesito adentro, mi amor…

No dudé y le pedí que se pusiera en posición perrita para darle. Como no me podía sustraer a ese hermoso culo, la penetré mientras con mis manos acariciaba sus redondas nalgas. Lo hice muy despacio porque noté que era muy estrecha y temía hacerle daño. Si bien su vulva estaba muy mojada, el avance de mi verga era dificultoso. El silencio y algún quejido perdido de Griselda, me lo indicaban. Pregunté.

• Todo bien mi amor?

Su respuesta apenas audible fue.

• Me duele un poco, pero ya se va a pasar, ni se te ocurra sacarla.

Seguí despacio y poco a poco llegué hasta donde podía llegar. Volví a preguntar.

• Sigue el dolor?

• Ya casi no me duele, y la siento llenándome toda, ahora un poco de vaivén, pero despacio.

Yo me salía de la vaina pero accedí, no podía arruinar nuestra primera vez. De pronto sentí que una mano me tomaba de mi pierna y empezaba a pujar fuerte. Estaba claro que el dolor se había ido y ella comenzaba a transformarlo en placer. Desaté una sesión de bombeo cada vez con mayor intensidad. Griselda entre gemidos de goce me animaba pidiéndome más y más. Sentí la proximidad de mi acabada y trataba de contenerla esperando una señal suya. Y la señal llegó con un grito que todavía lo oigo cuando me acuerdo.

• Me voy papi, soy tuya, lléname toda por favor

No aguanté más y le inundé su vagina con una descarga feroz diciendo.

• Sos mía, soy tuyo, que bueno que es esto, te amo

Fue un polvo tremendo, nuestro primer polvo, brutal porque surgió del fondo de nuestra pasión de años. Irrepetible.

Quedamos sin fuerzas y yo me derrumbé sobre Griselda besando su cuello y repitiendo varias veces lo feliz que me sentía. Para no torturarla con mi peso nos ladeamos y quedamos en posición cucharas. Le caía mi esperma de su conchita, por lo que tomando un pañuelo cercano le limpié la zona. Ella no hablaba, solo apretaba su cuerpo al mío.

Luego del tremendo momento cumbre, vino la calma y el relax. Vueltos a la normalidad, mientras reponíamos energías iniciamos una charla en donde no dejamos tema por tratar de nuestras vidas. Me contó las vivencias pasadas con el finado y lo mal que lo pasó durante su enfermedad, porque sabiéndose enfermo e imposibilitado ´para los juegos sexuales, se había transformado en un celoso insoportable. Por mi parte le referí que mi interés por ella era de larga data y que me había gustado desde el primer día que la vi. No solo me había atraído su delicioso cuerpo, sino también su personalidad.

En cierto momento callamos y recomenzamos nuestro juego. Volví a la carga con mi boca recorriendo nuevamente su cuerpo. Como Griselda intentaba hacerse de mi polla y no podía, le propuse un 69 que aceptó encantada. Así fue que mi verga quedó a su disposición y su concha a la mía.

Estuvimos en esa posición largos minutos de intenso placer. Mientras Griselda se divertía con mi verga chupando sin cesar y haciéndome suaves pajas, mi boca y la lengua se ocupaban de sacar todo el goce de su panocha. Una y otra vez chupaba ese delicioso manjar mientras mis manos recorrían su culo haciéndole todo tipo de caricias. En cierto momento acerté a meter un dedo en su agujerito y noté que mucho lo gustó porque se retrajo para quitárselo. Obviamente no insistí.

La pasión iba subiendo de tono y llegó el momento en que ambos estábamos pronto a descargar, por lo que me pidió que la penetrara nuevamente. Esta vez le pedí que se montara sobre mi cuerpo y que manejara la sesión. Aceptó con gusto y ya en la posición indicada tomó mi pene con su mano y lo dirigió hacia su vagina, que ya lo estaba esperando. Debido a la lubricación que emanaba de su vulva y la experiencia previa la penetración fue más rápida e indolora. Animada por la nueva sensación Griselda comenzó a cabalgarme, despacio al inicio y con mayor énfasis luego, hasta que se descontroló y su ritmo fue infernal, de tal manera que en pocos minutos ya volví a sentir que mis testículos se estaban exprimiendo anunciando mi derrame que no tardó en inundar su panocha. La cabalgata siguió unos segundos más hasta que ella se hundió en mis caderas y me entregó un orgasmo con jugos de todo tipo.
Se echó sobre mi cuerpo al tiempo que me besaba con pasión. Me susurró al oído.

• No fue hermoso?

• Más que hermoso, celestial, nunca me habían dado tanto placer, gracias mi amor.

Reconozco que después de esa entrega ya no tenía más fuerzas. La tensión y las tremendas ganas con que había llegado me jugaron una mala pasada. Estaba hecho una piltrafa y lo peor es que me estaba quedando sin gozar de su culo, que había sido el objeto principal de mi deseo.

Nos invadió la quietud y el desgano muy propio de quienes han gozado al extremo con sus cuerpos. Solo quedaba el espacio para la charla y caricias. En eso nos entretuvimos un rato más hasta que llegó la hora de partir.

A pesar de mis ganas de penetrar en esa hermosa cola, quedó en claro que esa no podía ser la oportunidad. Su disgusto cuando le intenté meter el dedo, había sido notorio, había que trabajar el tema. Eso fue lo que hice en encuentros posteriores que fueron muchos, hasta que logré mi objetivo. Claro que ese es un relato aparte y que ya les contaré con minuciosidad.

Hubo una primera vez y luego muchas más, porque Griselda y su culo me robaron la soltería. Después de dos años de ese primer encuentro nos casamos.

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