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El hombre de la chatarra, y su verga llena de vena

El hombre de la chatarra, y su verga llena de vena
Esta es la historia de una de las cosas mas atrevidas que he realizado sexualmente hablando.

Hace unos años, mi mujer y yo estábamos a punto de mudarnos de casa, y necesitábamos deshacernos de algunos de nuestros muebles. Me tocó a mi ir a un mercado cerca de donde vivíamos a buscar alguien que se dedicara a comprar o por lo menos a retirar objetos usados de la gente que ya no los necesita.

Después de preguntar un poco, encontré a un hombre que aceptó ir a mi casa por unas cajas y un librero apolillado, me tomó mas trabajo del que esperaba pues la mayoría de los “ropavejeros” simplemente se mostraron muy perezosos.

El hombre que me acompañó era de piel extremadamente morena, tosco en sus movimientos y en su aspecto, su rostro era incluso un poco desagradable y reflejaba una vida dura que seguramente había involucrado etapas de violencia, tal vez hasta delincuencia. Su cuerpo era extremadamente duro, como de madera con una espalda ancha y antebrazos que parecía que podían sostener cualquier cosa sin dejarla ir, sus manos eran unas garras ásperas y pesadas.

Llegando a la casa me entró un gran nerviosismo, me sentí inseguro de estar dentro de mi casa a solas con ese nudo de músculos, mas aún con esa presencia ligeramente violenta que despedía su apariencia general. Pero además una vez en la casa y mientras le mostraba lo que quería que se llevara note que su pantalón raído y sucio era casi con seguridad lo único que llevaba puesto sin ningún tipo de ropa interior, y era claro que su verga estaba ligeramente dura…

Se dio una forma de comunicación entre los dos, yo me sentía de alguna manera amenazado por su presencia y la combinación de este sentimiento con la imagen de su erección (se veía que su miembro era grande) me estaba generando una sensación de sumisa excitación. El no se exactamente lo que pensaba o sentía, pero era claro que estaba percibiendo mi estado (mi verga estaba endureciéndose también) y que la situación no le desagradaba.

Comenzó la negociación; el obviamente no pensaba pagar un centavo por los tiliches que se llevaba, y en cambio pretendía que yo le diera algo de dinero por sacar el mueble de la casa, me disculpe alegando que no tenía ese dinero y solté un “como le podemos hacer” que no podía ser mas obvio: yo le dejaba hacer conmigo lo que quisiera y el se llevaba todo. Sentí mucho miedo, después de todo la suposición de que a el le atraería la idea podía ser solo una impresión mía, era un tipo fuerte, de maneras agresivas, si resultaba homófobo las cosas podían acabar muy mal en verdad.

El guardo silencio, me observó con una mirada taimada y se recosto en el sillón separando las piernas y lanzado la cadera al frente. Era mas que obvio que su verga hacía un bulto prominente debajo de su pantalón, mi boca estaba seca de gusto, me hinqué enfrente de el y comencé a pasar mi mano por su muslo hasta llegar al paquete que primero aprete con los dedos y luego comencé a mordisquear con los dientes.

El hombre me tomó con una fuerza impresionante de la nuca “no sea puto” soltó con un tono de desprecio impresionante “chupele, no sea puto, chupe toda la verga cabrón” mientras dijo esto se desabrochó el pantalón y dejó salir un pene genial; largo, sin circuncidar, negro de cabeza roja, estaba lleno de venas hinchadas que lo hacía ver todavía mas grueso, sin ninguna delicadeza lo introdujo en mi boca mientras me sostenía con esa fuerza impresionante y me forzaba a chuparlo de arriba a abajo.

Me desabroché el pantalón para masturbarme a gusto, pellizcaba mi miembro con fuerza imaginando que el era el que lo maltrataba con el mismo gustó que abusaba de toda mi cara. Por momentos sacaba la verga de mi boca y me repartía unos buenos fuetazos en el rostro, para luego volver a penetrarme con mas fuerza.

No soy un tipo ni pequeño, ni débil, pero este hombre tenía esa fuerza a****l de bestia de trabajo de las personas que se dedican a los oficios mas duros y humildes. Era como ser tomado por un caballo, o una maquinaría pesada.

Según yo, me quise lucir complaciendolo con algo de juego de lengua, o sutilezas al chuparle el glande o los huevos, con un fuerte jalón de cabellos me sometió una vez mas, era obvio que esas caricias le parecían mariconadas, su gusto era estar al mando y dejar gozar su verga.

De pronto se paro y me levantó de golpe, con esas manos de simio tomó mi verga y la manipuló con fuerza “así papa, así, que rico” soltó con un tono que para su forma de ser sonaba incluso tierno. Su forma de manipularme era intensa, dolorosa, al mismo tiempo me dío algunas nalgadas, finalmente me dio la vuelta, se mojó algunos dedos y comenzó a dilatar ni ano, no se si había estado en la cárcel, si veía pornografía o que, pero era obvio que estaba familiarizado con las relaciones sexuales entre hombres.

Entendí lo que quería hacer, me tuve que negar “así no” dije “Estoy casado, me tengo que cuidar” solté sintiéndome el mas marica. No se lo tomó tan mal “¿Tiene con que?” me soltó, mi respuesta era negativa, “Pero ta la chupo todo lo quieras, lo que quieras” mi voz salió de mi en un tono que era mas de suplica por que me dejará seguir gozando de ese miembro delicioso que a preocupación de tener sexo anal sin las debidas precauciones.

Por única respuesta colocó su verga entre mis nalgas y comenzó a frotarse sin llegar a penetrarme. Se sacudía como loco, como perro, su manazas me azotaban las nalgas y la espalda, yo solo pensaba en que nada me hubiera gustado mas en el mundo que seguir saboreando esa verga dentro de mi boca. Me tenía garrado del miembro y seguía masturbándome con esos movimientos toscos y rasposos que poco a poco se sentían mas placenteros. Finalmente eyacule unos chorros de semen bastante espesos.

Para el eso fue como una señal de que había sido suficiente. De un empujón me sometió a quedar de rodillas y volteo con fuerza mi cara hacía arriba. Unas gotas calientes y pesadas cayeron encima de todo mi rostro, mi cuello, mis hombros… era delicioso y yo no dejaba de lamer aquella verga de bronce que el golpeaba contra mi cara.

Se abrochó el cinturón sin prestarme mucha atención, tomo las cajas y el librero, y salió del apartamento. “Igual y paso por otras cosas mañana” me dijo, como a las diez, “A esa hora creo que todavía estaremos arreglando algunas cosas mi mujer y yo” le respondí. Obviamente no mostró ninguna sorpresa de que estuviera casado, supongo que el también lo estaría.

Me bañé y cambié de ropa, también limpié un poco la sala pues la eyaculación de mi a migo había sido extremadamente abundante. Cuando mi mujer llegó a casa la sometí de forma un poco ruda… me vine dentro de su boca, fue casi tan agradable como mi experiencia de la mañana.

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