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Francisco, guardia de seguridad

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Francisco, guardia de seguridad

Por cuestiones de trabajo tuve que vivir en Costa Rica por unos años. Por seguridad, vivía yo en una comunidad que usaba un servicio de seguridad 24 horas del día. Los guardias de seguridad eran todos muy amables y respetuosos. Un día tuve un problema con la alarma de mi auto y dos de ellos me ayudaron a desactivarla; uno de ellos era Francisco y fue así como lo conocí.

Francisco es un hombre grande y fuerte; casi dos metros de altura 250 libras de peso, muy robusto con una gran barriga y, en esos años tendría unos 45 a 50 años. Él era muy amable y cuando apropiado, conversábamos de trivialidades del día a día. Yo lo invitaba a pasar a mi casa donde le ofrecía algo de beber. En alguna ocasión me pregunto cómo era la vida de soltero. Le platiqué como yo la veía y él me dijo como él me envidiaba, pues aun cuando nunca había visto mujeres visitarme, él estaba seguro que yo tenía muchas amantes, y si no las tenía era porque yo no quería.

Una noche, como ha eso de la medianoche, estaba yo solo, desnudo, viendo películas porno cuando escuché alguien tocar el timbre de la casa. Me puse solo la bata y, sin apagar el televisor, salí a ver quién era. Era Francisco. Le abrí la puerta, se disculpó y me dijo que estaba ya al final del turno de 24 horas y que si le regalaba agua para beber. Lo invité a pasar al recibidor y yo continué hacia la sala para llegar a la cocina. Él se quedó en la sala y cuando regresé con una gaseosa me dijo, “está viendo movies?”. Francisco había pasado unos años viviendo en San Francisco y aprendió a llamarles movies a las películas porno. Me sentí un poco avergonzado pero no había nada que hacer. Él se sentó en el sofá grande, en frente del televisor y yo me senté en el sofá pequeño que estaba cerca del grande. Exactamente en medio del salón, justo en frente del televisor, estaba un tapete de ejercicio donde yo a veces me acostaba para ver la tele. Inicialmente fue un momento embarazoso y trate de simplemente enfocar mi atención en la acción de la película, una escena de doble penetración entre dos tipos y una chica. “La tienen bien trabada”, dijo Francisco a lo cual yo, sin ver a Francisco consentí. Continuamos por unos minutos. De pronto Francisco dijo “Ya me puse mal!” Volví la vista a donde Francisco estaba sentado y vi que se había abierto la bragueta y su enorme y grueso pene, moreno, estaba completamente duro. Le pregunte si quería masturbarse y le mostré y ofrecí cualquiera de los cuatro dormitorios o los cuatro baños de la casa. Se quedó en uno de los dormitorios y yo regresé a ver la película. De pronto aparece con la bragueta cerrada paro aún así con un gran bulto; ¡con la verga bien parada! Le pregunté si se había masturbado y sentándose de nuevo en su lugar me dijo que no.

Continuamos viendo la película y de pronto me pregunto si yo me iba a masturbar; le dije que sí. Entonces se saco la verga y me pidió que si se la podía agarrar mientras yo me masturbaba. Me paré con la bata un poco abierta y me agarre la verga con la mano izquierda; él se paro y se acerco donde yo estaba parado, y con la derecha le agarre el pene. Su pene era tan grueso como mi muñeca. Después de unos segundos me acarició las nalgas sobre la bata y me pregunto que traía allá abajo. Le dije que traía nada. A este punto ya había tomado confianza y me acariciaba, me sobaba las nalgas libremente. Me dijo, “por qué no se acuesta ahí?”, apuntando hacia el tapete de ejercicio en frente del televisor. Yo sabía exactamente lo que quería, pero no estaba seguro que esa verga enorme pudiese penetrarme.

Me acerque al tapete y me puse en cuatro, de perrito, enfrente del televisor. Él se bajo los pantalones y calzoncillos y se arrodilló atrás de mí, me levanto la bata como si fuese un vestido y me empezó a pasar la verga por la rajada. Trato de penetrarme, pero era imposible. Yo tenía el culo completamente cerrado pues había sido por lo menos un mes desde la última vez que me habían penetrado. Francisco me acariciaba las nalgas, sobándolas, abriéndolas y trataba de entrar. Es aquí donde me dice, “póngase cremita”. Me paré y me fui al baño. Tome lubricante y me lo unté. Me metí un dedo en el culito, tome mas lubricante y lo introduje en el culo. Me metí dos dedos y los abrí para dilatarme el culo. Pensé como en ocasiones yo me había metido calabazas en un condón y lo había logrado después de abrirme el culo con tres dedos. Tomé más lubricante y me metí tres dedos y los abrí. Estaba listo, pensé, y regrese a la sala donde me posicioné en cuatro, enfrente de Francisco; le ofrecí mi trasero. Él me levanto la bata de nuevo, me sobo las nalgas y las abrió. Sentí la enorme cabeza de su verga en mi rajada, lubricándose, cerca de mi culito, y empezó a empujar. Baje la mano por entre mis piernas y toque sus huevos grandes y peludos. Tomé su pene y lo posicioné justo en mi ano. Yo trate de abrirme el culo, empujando, para no ofrecerle resistencia y de pronto sentí como esa enorme cabeza me penetraba. El dolor de sentir la cabeza, solo la cabeza entrar y salir era casi insoportable. Él continuó haciendo eso, yo sentía el borde de la cabeza, la corona, casi tronar cada vez que la sacaba y más me abría el culo. Le pedí que despacito me la metiera toda. Lo hizo y yo sentía como mi culo se expandía para dar cabida a su enorme verga.

Poco a poco, el paso del ritmo incrementó. Mi culo ya estaba totalmente relajado, jugoso con el lubricante y su verga entraba y salía fácilmente. ¡Rico!, él exclamo mientras yo gemía, gemidos de putita gozando pero adolorida y él continuó limándome el culo mientras me agarraba por las caderas. Su respiración era agitada y de pronto me dio una arremetida hasta el tronco y sentí el calor de su copiosa leche llenándome el culo. Yo sentí su verga pulsar en mi culo y continuó corriéndose por unos minutos. Después me la sacó y sentí un poco de dolor al sacármela y después un gran alivio cuando ya estaba afuera. Me toque el culo y estaba completamente abierto, lubricado, jugoso, y con facilidad me metí cuatro dedos mientras la leche continuaba escurriéndose. Él se limpió, se subió los calzoncillos y el pantalón, se fajó y se fue. Yo me quede en el tapete y me hice una paja pensando en lo que había pasado mientras la leche se me escurría del culo.

Esa fue la primera de muchas experiencias que tuve con Francisco en los siguientes cuatro o cinco años.

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