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Madre soltera busca

Madre soltera busca
Tocaron el timbre y fui a abrir. Era Laura, una vecina del mismo edificio. Lo que me extrañó es que venía en bata y traía en mano utensilios de limpieza.

—Hola —me saludó—. ¿Te interesa que limpie tu hogar?

Por un segundo no entendí. Luego me cayó el veinte. Y es que Laura, desde ya hacía unos meses, se quedó sola con sus hijos. Su esposo la abandonó, al parecer, pues simplemente ya no lo vi por ahí. La dejó con tres hijos, uno que ya iba en secundaria y dos más pequeños.

Se las debía estar viendo muy duras y arremangonas.

La miré de abajo a arriba y dije:

—Pero si ya vienes bien preparada. Te ves como toda una profesional —improvisé, tratando de brindarle confianza.

Imaginé que ofrecer esos servicios a un vecino a quien veía diariamente podría serle un tanto vergonzoso, pese a que no tenía nada de humillante; después de todo lo hacía por sus hijos. Luego dije no sé qué tontera, esforzándome por ser cordial, pero al ver que ella me sonreía forzadamente sólo por pura cortesía, preferí invitarla a pasar. Mi interés por no incomodarla estaba fracasando.

La sala, el comedor y la cocina eran un desastre. Lo habitual en un departamento de soltero. Había suficiente quehacer para ella así que se puso manos a la obra.

Mientras la veía realizar limpieza pensé que era una tristeza que una mujer tan bella tuviera que ir de puerta en puerta ofreciendo esos servicios. Platiqué con ella tratando de expresarle mi empatía sobre su situación. Le dije que su marido era un irresponsable; que debería por lo menos enviarle una pensión; etc. Pero creo que esto la incomodó.

De todos modos me sentía con el compromiso de ayudarla. Fui a mi recámara y tomé todo mi efectivo. Luego regresé a la cocina donde ella seguía lavando los trastos y le ofrecí tal cantidad.

No iba a permitir que una mujer así pasara penurias sin necesidad. Ella era muy bella y para mí, las mujeres así, se merecen el cielo.

Pero pese a mi buena intensión ella me miró con desconfianza.

—Mira, no es nada malo —traté de convencerla—. Además esto es más de lo que podrías ganar haciendo limpieza doméstica por una semana.

Minutos más tarde por fin la había convencido.

Laurita se retiraba la última de sus prendas frente a mí. Sus carnes de hembra casada, y madre de tres hijos, eran tan bellas como yo había imaginado. Era una preciosura de mujer. De verdad no entiendo por qué el marido fue tan pendejo que la dejó.

—…pero si eres un bombón. De veras que el güey de tu marido no ha sabido valorarte —así le dije a Laurita, expresando mi verdad.

—Gracias —me respondió un tanto chiveada.

Tras haber gozado de ver su cuerpo por primera vez al desnudo (frecuentemente la veía en las escaleras, pero nunca así), Laura continuó con su labor. El trato sólo había sido para que se desnudara y continuara así con su faena. Ella de ningún modo aceptaría ir más allá, eso me lo dejó bien claro.

No obstante, yo no tenía prohibido sacarme también la ropa, así que lo hice. Ella trató de simular que eso no le afectaba pero era evidente su nerviosismo e incomodidad, y más cuando me senté en un sillón y me empecé a pajuelear, mientras ella tendía mi cama ahí mismo.

La muy mona se sostenía los senos, un poco para cubrirlos de mi mirada y otro tanto para que no se le mecieran. Es que estaban bien dotados, por lo que en cada movimiento se le bamboleaban de una forma riquísima para mí, aunque vergonzosa para ella.

Al terminar de alisar la funda de la cama le pedí que se sentara.

Laura lo hizo aunque en su cara podía verse su sentir ante esa situación.

—¿Ya quieres irte? —le pregunté, señalando lo obvio.

—Pues sí. Ya acabé, además tengo que ver a mis hijos, están solos —me respondió, como queriendo poner punto final a tal escenario.

—Mira, déjame proponerte esto… —continué hablándole sin dejar de manueleármela.

Tardé, pero al fin logré que aceptara mi propuesta. Le ofrecí hacerme cargo de las colegiaturas de sus hijos por un año a cambio de que me permitiera penetrarla. Los tenía en buen colegio así que no era cualquier cosa, sin embargo, para mí lo valía. Y creo que para ella también. Bien podía permitirme la entrada en su cuerpo a cambio de algo así, creo yo.

Le pedí que se hincara y así me dio un mamón muy bueno. No diría que el más chingón que me han dado, sin embargo, viniendo de ella y en esas condiciones fue sensacional.

Para poder luego ensartarla tuve que ponerme condón, pues ella así me lo exigió (ni modo). La puse en cuatro a la orilla de la cama y ahí le di. La vista era perfecta, ponerla así fue excelente, pues contemplé esas nalgas de mujer latina, bellas; proverbiales; exquisitas.

Mientras la agujereaba pensé en sus hijos; ¿qué estarían haciendo? Así pude sostener mi erección por durante más tiempo. También pensé en lo necesitada que estaría de esto, y claro no hablo del dinero, a lo que me refiero es a la fibrosa carne de macho. Después de todo ya llevaba varios meses sin marido en casa. Y, después de todo, no cualquier mujer se viste de leggings si va a hacer limpieza a casa ajena (bueno, eso pienso) y menos de un hombre soltero como yo; de seguro que provocarme lo llevaba en mente.

Tras varios minutos de fiel ayuntamiento fue ella misma quien le puso más enjundia al asunto y por propio cuerpo se clavó hacia mí. La contundencia de sus entregas y el ritmo incrementado fue prueba más que obvia de lo que ya había supuesto, ella lo necesitaba.

Luego de yo eyacular, y de ella vestirse; arreglarse y recoger sus cosas, Laura se fue. Pero para mí el gozo no había acabado. Y es que; para mi buena suerte; justo ese día traía unas gafas muy especiales que por verdadera fortuna llevaba puestas al abrirle a Laurita. Las estaba probando pues recién las había adquirido; me gustan ese tipo de gadgets. Sólo fue necesario apretar un oculto botón en ellas para que empezaran a grabar cuando vi que era ella.

Al principio; cuando inicié la grabación; pensé que sólo me quedaría con un bonito recuerdo de esa bella mujer quien me visitaba, pero tal como se desarrolló todo fue incluso mejor. La había grabado haciendo limpieza y, mejor aún, quitándose la tanga; aseándome el departamento desnuda y siendo penetrada.

Incluso puse mis gafas a un lado y así capturé sus expresiones mientras platicaba con ella y luego recibía mí verga.

Fue así que pude apreciar desde otro ángulo su desempeño.

Viendo el video y pajueleándome por enésima vez fue cuando se me ocurrió la idea.

Abrí un sitio de internet y ofrecí los servicios de la muchacha. Gracias a lo grabado pude armar un promocional de los favores que aquella podría brindar a hombres con el poder adquisitivo suficiente como para pagar sus servicios.

La oferta partía desde sólo hacerles la limpieza; hacerlo pero desnuda y, por supuesto, un paquete que incluía un exclusivo servicio extra. Todo con su justo precio.

No pasó mucho tiempo en que varios visitantes se mostraran interesados.

—Mira, ya van por lo menos diez personas que han solicitado tus servicios. Y como esto es de prepago todos ya han depositado —dije tratándola de convencer; ella me miraba aún con desconfianza, incrédula—. Son verdaderos clientes, los depósitos ya están ingresados en la cuenta bancaria del sitio.

Para que no hubiera más dudas la llevé al banco, saqué lo que habían depositado y se lo entregué.

—Este dinero es tuyo —dije—. Yo sólo propongo cobrarte una comisión por mantener el sitio y coordinar tus citas, pero tú te llevarás la mayoría de ingresos, pues es lo justo, claro, tú harás la labor principal.

Con el dinero en mano cambió todo. Sólo así fue posible convencerla de emprender el negocio.

En poco tiempo la página: “madre_soltera_busca_trabajo.com” recibió miles de visitas y los suficientes clientes como para que Laurita estuviera tan ocupada (aunque a la vez desahogada de preocupaciones económicas) que necesitaba de otras colaboradoras.

Pronto contratamos a otras mujeres que estaban en la misma problemática inicial de mi vecina. Fue un gusto ayudar así a tantas madres solteras quienes se las veían bien duras para llegar a fin de mes. Les dimos un trabajo bien remunerado y a su vez cumplimos el deseo a numerosos clientes de que una bella mujer, no sólo les hiciera el aseo de su casa completamente desnuda, sino que; si pagaban lo justo; podrían cerrar la jornada de las aseadoras ensartándoselas como remate a su labor.

FIN

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