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Regresando muy tarde a casa

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Regresando muy tarde a casa
En la época en que estudiaba Abogacía, durante unos meses tuve que cursar un par de cátedras en horario nocturno. Regresaba muy tarde en las noches.
Unas cuadras antes de llegar a mi casa, debía pasar frente a un almacén que permanecía abierto casi toda la noche. Siempre en la puerta veía a su dueño; un hombre mayor desagradable, con aspecto sucio. Me imaginé que ya él conocía mis horarios de rutina y se asomaría a la entrada calculando verme pasar.

Siempre me decía alguna grosería, mientras me desnudaba con la mirada.
Solía decirme que yo estaba muy cogible, según sus palabras y que algún día se sacaría el gusto conmigo, dándome por el culo. A veces estiraba la mano para tocarme la cola; pero yo casi siempre lograba esquivarlo.

Yo me hacía la ofendida, pero en el fondo me excitaba que ese tipo sucio estuviera tan caliente conmigo.
Una noche pasé frente a él, logrando esquivar su manotazo directo a mi trasero y de pura bronca me detuve a unos metros y simulé que se me caía un libro. Me agaché a recogerlo del suelo doblando mi cintura y con ello le mostré lo que había debajo de mi breve pollera: una tanga de color rojo que se perdía entre mis cachetes. El hombre me gritó diciendo que yo era una puta por lo que hacía…

A la noche siguiente llovió copiosamente mientras yo estaba en la Facultad. Por eso el regreso se vio un poco demorado por calles inundadas. Me bajé del colectivo casi a medianoche y comencé a caminar hacia mi casa. Ya todos los negocios estaban cerrados, incluyendo el de mi sucio admirador mano larga…

Pero al llegar a esa esquina, encontré que el tipo estaba sentado en la entrada de su local, bebiendo cerveza con dos amigos suyos. Al verme se puso de pie y me cerró el paso. Estaba bastante alcoholizado y me preguntó si quería compartir una copa con ellos.
Traté de esquivarlo diciéndole que era muy tarde y estaba apurada; pero él siguió bloqueando mi camino. De repente con un brazo me tomó de la cintura y con su otra mano me tapó la boca. Traté de morderlo para zafar y poder gritar, pero fue algo inútil.

Me levantó en vilo y me arrastró por una puerta lateral, hacia a dentro de su negocio. Sus dos amigos trataron de sujetar mis piernas, pero me debatí tratando de que ambos no se me acercaran. Realmente me sentía aterrada, el lugar donde me llevaron estaba muy oscuro y pronto me di cuenta de que nadie podría auxiliarme en ese lugar, aunque gritara con todo el aire de mis pulmones…

El almacenero les dijo a sus amigos que él sería el primero. Ellos lo aceptaron a regañadientes; pero uno de ellos se acercó para tomar su lugar y mantenerme sujetada y con la boca tapada.

El amigo rubio se puso frente a mí, me abrazó y me jaló hacia él, me dio un beso en la boca y con sus palmas en mi espalda me fue empujando hacia abajo hasta que mi cara quedó en su vientre y mi trasero algo levantado a merced de sus cómplices.

Estuve unos segundos en esa posición, mientras podía oír al almacenero bajándose los pantalones a mis espaldas. Enseguida unos dedos fríos tomaron mi diminuta tanga para bajármela, pero luego de varios intentos, sentí que se desgarraba y los trozos de tela abandonaban mi cuerpo. Un par de carcajadas me hizo entender que esos hombres estaban satisfechos con la visión de mi culo expuesto.

Sentí que comenzaba a humedecerme, justo en el preciso momento en que una verga dura empezaba a hurgar entre los pliegues de mis labios vaginales.
“Ah, qué hermosa concha tiene esta putita…ya está bastante mojada…” Suspiró el almacenero, mientras me iba clavando despacio.
Su verga tenía una cabeza bastante gruesa y esa penetración me estaba provocando algo de dolor más que placer.
Comencé a lloriquear, más por la humillación que por el dolor. Todavía así traté de silenciar mis lamentos pues no quería darle el gusto a ese hijo de puta.

Mientras me bombeaba con largos embates, me susurraba al oído:
“Qué hermosa concha, putita… ni te imaginás el tiempo que esperé este momento…”

Fue empujando un poco más adentro con cada embestida; hasta que me penetró por completo y empezó con su mete y saca, aumentando el ritmo cada vez más.
Se largó a reír, diciéndome que por fin se había dado el gusto de desflorar a una mujer. Seguramente el tipo sentía mi concha bien apretada; pero yo no lo saqué de su error, pensando que tal vez así se apiadaría de mí; pero no fue así; empezó a bombearme con más ganas; con una furiosa rapidez, como si quisiera abrirme por completo en dos…

Así estuvo cogiéndome por casi dos o tres minutos y de repente me sacó su verga todavía tiesa, sin eyacular, seguramente para poder volver a penetrarme después. Se hizo a un lado y la verga de uno de sus amigos lo reemplazó entre mis piernas abiertas. Me la clavó sin misericordia en un solo empujón hasta el fondo. No pude evitar soltar un gemido de dolor; pero al tipo no le importó.

Su bombeo fue más lento, aunque más profundo; yo podía sentir que esta nueva pija era mucho más gruesa que la del almacenero. Después de varios minutos, me empecé a excitar y entonces dejé de lloriquear y quejarme. Se sentía muy bien allá abajo con mi concha en llamas; sentí que mis jugos comenzaron a descargarse, haciendo que la penetración fuera más relajada y ya sin dolor.

Tan solo unos minutos después tuve un orgasmo; tan intenso que todos ellos pudieron notarlo, ya que no pude evitar gemir y suspirar de placer.
El almacenero dijo riendo:
“Miren a la putita virgen…le gusta la verga, ya acabó gritando como una perra…”

Su amigo que me tenía sujetada agregó que todo eso recién empezaba y redobló sus embates, provocándome algo de dolor con la violenta fricción en mi vagina.
No tardó en acabar dentro de mi cuerpo. Al sacármela, me acercó su verga todavía bien erecta y me ordenó que se la dejara limpia con mi lengua. Mientras lo hacía, el almacenero me hizo dar vuelta y quedé apoyada sobre mis manos y rodillas…

Miró al tercer hombre, pero el tipo había bebido demasiado, porque estaba roncando sentado contra la pared, en el mejor de los sueños. Una pija menos para probar…
Su amigo se quedó satisfecho con mis habilidades orales y se tendió a un lado, para ver lo que hacía el almacenero conmigo. Pude oír su gruesa voz diciendo:
“Ya estrené esa conchita… ahora vamos a ver cómo anda ese culito…”

Al mismo tiempo sentí que intentaba penetrar en mi ano con la punta de su verga dura. Me debatí tratando de levantarme del suelo para escapar; pero su amigo se enderezó enseguida y me sujetó por las manos, inmovilizándome por completo.

El almacenero volvió a la carga, penetrando muy despacio por mi entrada trasera que, a pesar de mis dieciocho años, también ya tenía cierto uso por parte de antiguos amantes.

El tipo suspiró al sentir mi ojete bien apretado y empujó despacio hasta el fondo.
Su bombeo enseguida comenzó a aumentar, hasta hacerme aullar de dolor y placer. Fue algo rápido; cuando yo estaba a punto de tener otro orgasmo, él se me adelantó y me llenó el culo de semen, dejándome con las ganas y mi calentura casi intacta…

Pero yo tendría mi revancha. Apenas el almacenero se salió, su amigo quiso aprovechar mi ano bien dilatado; así que, casi sin darme respiro, me la metió entera. De la misma manera que había gritado al metérmela por la concha, también esta vez aullé al sentir que el grosor de su verga era difícil de soportar enterrada en el fondo de mi estrecho ano.

Antes de que él me llenara el recto de semen, pude al fin tener otro intenso orgasmo y esta vez grité como loca, sin importar que ellos se rieran de mi placer.
Después de un rato de descanso, ambas vergas estaban listas para otra vuelta. Esta vez quisieron penetrarme los dos juntos, por atrás y por delante. Les costó un poco, ya que mis orificios seguían siendo estrechos; pero finalmente lo lograron y comenzamos a movernos los tres al unísono. Eso me provocó otros dos orgasmos bien audibles, ya que los grité como si me estuvieran matando entre ambos…

Después de acabar por segunda vez me desmayé de placer. Entre sueños sentí que los dos hombres volvían a descargarse dentro de mi cuerpo. Al despertar estaba sola en ese cuarto oscuro, todavía desnuda y con semen caliente saliendo de mi concha y de mi culo.

Me vestí en la oscuridad con los restos de mi ropa que no estaban desgarrados y luego rengueando un poco pude llegar a mi casa, bastante dolorida después de aguantar tanta verga. El semen de ambos hombres se deslizaba entre mis muslos y eso me provocaba una tremenda excitación. Antes de llegar a mi casa sentí un impulso eléctrico recorriendo mi cuerpo y supe que había tenido otro orgasmo…

Esa noche me di cuenta de que no iba a alterar nunca mi camino de regreso a casa…

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