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Aquel programa de radio nocturno…

Big Tits

Aquel programa de radio nocturno…
Tengo 20 años y soy de tez blanca, alto y de buen cuerpo, gracias a que paso un tiempo en el gimnasio, diariamente, para mantenerme en buena forma y resultar más atractivo. En fin. Lo que a continuación les voy a relatar es totalmente verídico, y me pasó hace 2 años y medio aproximadamente, mientras pasaba unas vacaciones en San Antonio, Texas.

Era el verano del 99 y fui de visita con mis padres a Estados Unidos. Esa era la primera vez que visitaba aquel país, así que estaba maravillado con la cantidad de hombres guapísimos que había, y de vez en cuando, coqueteaba discretamente con alguno para dejar mi huella, como vulgarmente dirían algunos. Los

primeros días no conseguí nada, así que me rendí y me resigné a que no tendría ninguna aventura con nadie durante mi estancia ahí, por lo que dejé pasar el tiempo.

Yo padezco de insomnio, así que por aquel entonces, me quedaba viendo TV hasta muy tarde y en ocasiones escuchaba los éxitos del rock de aquel año en mi radio con auriculares. En una de esas encontré una estación de radio que no recuerdo cómo se llama, pero que a eso de las 12:00 p.m. pasaban un programa de sexo en el que la gente hablaba y contaba sus experiencias de todo tipo, o aclaraba sus dudas con el experto que estaba en la cabina . Al final siempre leían una carta erótica -o hasta pornográfica- en la que el escritor redactaba y daba explicación sobre cada cosa que pasaba durante la caliente sesión de la que hablaba en la carta. Durante aquellos tres meses de vacaciones, todas las noches escuchaba el programa, y no me iba a dormir sin escuchar el final y darme una buena jalada en el baño. El apartamento donde nosestábamos quedando, solo tenía un cuarto en el que había una cama matrimonial y en ella se acostaban mis papás. Yo tendía unos cobertores en el suelo de la sala y dormía muy a gusto.

Un día nos quedamos los tres viendo TV en la sala y mi mamá se quedó dormida

en el suelo. Yo me fui a escuchar mi programa mi walkman (por obvias razones no lo podía escuchar en el estéreo) y mi papá se fue a la recamara a dormir porque se volvía a primera hora a México a trabajar. En la radio se escuchaba a un hombre que contaba una aventura que había tenido, siendo casado, con una mujer mucho menor que él. Estaba poniéndose muy bueno y yo ya tenía el pene durísimo -poseo una muy buena herramienta de 19 cm. de largo y 4 de grosor- Sentía ganas de ir al baño a darme una buena sesión de placer, pero aún así esperé a que terminara el programa con toda mi erección entre mis piernas. Para cuando este terminó yo ya no podía más. Me pareció que con solo tocarme, me vendría un megaorgasmo. Entré al cuarto de baño y por alguna razón, antes de entrar, miré a la cama donde estaba mi papá. Dormía con un bóxer que en lo personal me gustaba mucho. Era de seda y se notaba muy bien su bulto, que no estaba duro para nada. Se notaba a la legua que estaba en reposo, pero no pude evitar excitarme aún más, si cabe, con esa imagen: mi padre aparentemente durmiendo a pierna suelta sobre su cama, destapado, vestido sólo con aquel bóxer de seda…

El caso es que mi papá es un hombre de 46 años, moreno, mentón pronunciado, alto y aunque tiene un cuerpo bien cuidado, la barriga se le hace notar un poco. Pero aún así sentí una gran atracción hacia él., Fue inevitable. En ese momento se me pasaron por la cabeza cientos de cosas, y entre ellas una idea brillaba en mi cabeza como una bombilla de mil voltios: era la idea totalmente descabellada de intentar seducir a mi padre, o al menos eso pensé al principio. Una voz dura e imperativa, susurraba en mi mente: no lo hagas, ve al baño y desahógate. Era el ángel bueno. Otra, dulce, embriagadora, casi seductora, decía: hazlo, no va a ocurrir nada.Total, él está dormido.

El ángel malo, malote. Y así durante varios minutos, paralizado frente a su cama, estuve contemplándole. Contemplando su bóxer. El bulto que había ahí me llamaba… No resistí más y comencé a acercarme lentamente, y puse mi cara a la altura de su verga, y respiré su olor… Mmmm… ¡Qué delicia! Olía fresco. Acababa de bañarse antes de irse a dormir, y entre ese olor de los geles de baños, destacaba su olor característico a macho, a hombre. Después de gozar de aquel perfume paternal, empecé a rozar mis labios con su bóxer, como si quisiera relamer aquel bulto, y sentí la temperatura de su verga, que aún no presentaba señales de excitación. Yo seguía con mi verga a tope, dura como una barra de acero. Pronto me dediqué a acariciar su pene con mis manos para sentir, por primera vez en mi vida, una verga que no era la mía, y nuevamente con la boca la recorría sobre el bóxer, como si un niño ansioso hubiera querido comerse un caramelo aún con su envoltorio de papel. Yo abría la boca y la cerraba sobre aquel bulto, intentando en vano abarcarlo con mis mandíbulas, como si quisiera devorarlo. Pero no sucedió gran cosa, sólo el tenue sonido de su respiración y poco más. Podría haberme retirado al baño y jalármela pensando en todo eso, pero aún no me rendí. Me retiré un poco y no sé cómo reuní el valor, pero le agarré suavemente la verga y se la empecé a sacar por la abertura del bóxer. Estaba bellísima, aunque arrugada y fláccida, era suave y muy peluda, como las vergas de los otros muchachos vistas en las duchas del gimnasio del instituto de secundaria. Pero fue cuando salió por completo que empezó a reaccionar. Noté un cambio en su tamaño, pero seguía blanda. Y ya sin pensármelo dos veces, la rocé por completo con la lengua, despacio para no despertarlo. Cada vez se ponía más grande y más dura, hasta que llegó a su máxima largura… Así a primera vista le calculé que eran alrededor de 21 cm, por comparación con la mía… ¡Dios, nunca hubiera imaginado que mi papá estuviese tan bien dotado! Quiero decir que yo, antes de ese momento, ni siquiera pensaba en estas cosas…

En aquel punto yo ya dudaba de mi valor ya no sabía qué hacer, más que nada porque deseaba que no se despertara. Así que, como si de un objeto se tratara, preferí meter de nuevo su verga en el bóxer e irme a masturbar, como siempre lo hacía en el baño. Y justo cuando yo sacaba mi mano de ahí, devuelta su verga a su lugar original, sentí su propia mano tomar la mía… ¡Mi padre se había despertado! O tal vez no dormía y todo era comedia. De pronto me él dijo en voz baja, casi en un susurro:

-¿Qué, ya te aburriste? ¿O no te gustó?

En ese momento yo me quedé petrificado.

Estaba nerviosísimo y además asustado. Ya me encontré asumiendo lo que vendría después: gritos, voces, un gran alboroto y mi madre despertándose alarmada, y él contándole a ella lo que yo acaba de hacer. Deseé que la tierra me tragase. Entonces él me tomó por la cabeza y me dirigió hacia su verga que sorprendentemente estaba mitad fuera y se detuvo a sólo un roce de mis labios contra ella. Después de un momento pareció romperse el hechizo y me ordenó que cerrara la puerta con seguro, para que no fuera a entrar mi mamá, y eso hice. Luego, mientras él se sentaba en la cama para estar más cómodo, me acerqué y fui directamente hacia su verga. La metí en mi boca y la mamé como si mi vida dependiera de ello. No me sorprendió nada oírle gemir. Cuando en ocasiones, con mi boca llena de su verga, yo oteaba su rostro, éste me confirmaba que estaba gozando el momento, a juzgar por la expresión de su cara. Se notaba que lo disfrutaba muchísimo. A veces sus ojos se ponían en blanco, los labios entreabiertos, por los que se escapaban sus suspiros de gozo y placer. y parecía como si aquel mentón duro y pronunciado se desencajara. En cuanto a mi, era mi primera vez que mamaba una verga, pero ya me imaginé cómo se debía hacer, ya que en estas secciones de relatos uno aprende mucho, además de lo narrado en el espacio radiofónico y era mi oportunidad de llevar lo aprendido a la práctica. Tardé como diez minutos saboreando su rica verga, cuando de pronto, él me dijo que me retirara, porque no quería venirse todavía, que aún tenía más cosas preparadas para mi.

Se bajo al piso y me dijo que me pusiera en cuatro patas. Al punto, yo ya imaginaba qué era lo que seguía y aunque estaba un poco inseguro, por el tamaño del pene de mi papá y el dolor que suponía que iba a sentir, tuve que aceptar adoptando esa posición. Nunca imaginé que mi padre acabaría follándome algún día, como tampoco aquel juego que recién inició con sus dedos y sentí como empezó a juguetear con su dedo índice al rededor de mi esfínter. Lo metía un poco y luego lo sacaba para meter después dos, luego uno, acto seguido dos… Se me iban los gemidos. Luego sentí su lengua caliente dentro de mí, en mi culo. Yo me sentía en las nubes con eso que me hacía, y mis gemidos de placer lo probaban. Tal vez por eso, él prosiguió con su juego de los dedos. ¡Metió uno, dos, tres, cuatro dedos! Ahora sé lo evidente de la situación: esos juegos sólo me estaban preparando para el momento final. Cuando se aseguró que mi culo estaba bien dilatado, me dijo:

– ¡Qué bien aguantas, eh!

Me decía estas palabras con una respiración entrecortada y muy agitado; diríase que

estaba disfrutando mucho.

-¡Hace mucho que me había fijado en ti, hijo! –continuó- Me ponía duro con sólo verte en traje de baño en la alberca de la casa.

Y para mi sorpresa añadió:

-¡Tu verga se nota que la heredaste de mí! La tienes muy buena y jugosa.

En eso sentí una presión en mi culo diferente a la que sentía con los dedos. Intenté voltearme un poco para ver pero no pude. Sin embargo, me di cuenta que era la cabeza de su palo que ya estaba entrando, poco a poco en mis entrañas. ¡Mi papá me estaba desvirgando el orto! El dolor que al principio sentí se convirtió en un placer que nunca antes había experimentado. Empujaba despacio para no hacerme daño, después de todo yo era su hijo menor. Y de esta guisa iba sintiendo como entraba en mí ese inmenso pedazo de carne dura, que mi culo iba devorando lentamente, hasta que sentí el golpe de sus huevos enormes contra mis nalgas duras. Yo quería gritar, aullar de placer porque por primera vez en mi vida un hombre me hacía gozar a mi, y ese hombre era mi propio padre. ¡Dios! Tuve que morderme los labios mientras me penetraba. Estuvo cabalgándome por casi 20 minutos. Tenía mucha resistencia, y en ocasiones, y supongo que era cuando sentía que ya se iba a venir, disminuía el ritmo para gozar más aún. Llegó a un momento que ya no resistió mas y empezó a darme más duro y más rápido, hasta que sentí cómo me inundaba las entrañas de su leche caliente que sentía quemarme el intestino, mientras me llegaban, pegados a mis orejas, sus orgásmicos gemidos entrecortados. Pese a toda esa algarabía fue delicioso sentirlo. ¡Mi padre me había llenado del mismo semen del que yo había nacido! ¡Era delicioso sentir como su imponente verga perdía potencia dentro de mi culo! Un culo que ya no sería virgen nunca más.

De pronto escuché lo que deseaba escuchar desde el principio:

-Ahora te toca disfrutar a ti –dijo.

Me ordenó que me acostara en la cama boca arriba, y sin darme tiempo para nada más procedió a mamar mi verga. Lo hacía con una maestría que no hubiera imaginado en él. ¿Acaso no era la mía la primera verga que se tragaba? Recorría la cabeza con la lengua y después bajaba hasta los huevos y los metía en su boca y succionaba duro, salvaje y delicioso. A mi las piernas me temblaban y me sentí próximo al desmayo. No aguanté tanto como él. Y cuando sentí que ya no podía más se lo hice saber y se detuvo a tiempo. Aún me cuesta creerlo: cierro los ojos y le veo a él mamándomela rico. Los vuelvo a abrir y pienso: ¡cogiste con tu papá! Y ahí estaba yo, con el miembro duro como un palo y húmedo por su saliva, a punto de venirme. Fue entonces cuando subió a la altura de mi rostro y depositó en mi boca un beso tan ardiente que hasta pude apreciar el sabor de mis líquidos pre-eyaculatorios en su lengua -lo supe porque cuando me la jalaba, algunas veces me gustaba probar mi propio semen-.

Después se incorporó de nuevo y se sentó sobre mi verga, sin ni siquiera

lubricar su culo. Dijo que sería suficiente con la mamada que me acababa de

hacer. Y acto seguido empezó a meterse mi vergote poco a poco en su culo, autoempalándose. Era fantástico sentir cómo ese culo caliente abrazaba todo mi pedazo de carne y lo apretaba fuertemente…¡El culo de mi padre! Sus movimientos me enloquecían, hasta el momento en que le dije que ya me venía, y comenzó a moverse más rápido y más fuerte hasta que en un grito ahogado comencé a expulsar chorros de semen y depositarlos en sus entrañas, chorro tras chorro.

-¡Papaaá! –gemí entre convulsiones y espasmos.

Nunca me había venido de esa forma. Fue el orgasmo más grande y placentero que había tenido en mi vida. Al poco, cuando mi verga se puso flácida, se la retiré del culo y los dos caímos rendidos en la cama, yo acostado sobre su pecho y su culo chorreando mi leche.

Al día siguiente se levantó muy temprano para irse al aeropuerto y regresarse a México por su trabajo, no sin antes yo propinarle una buena mamada, rápida, para mejorar su desempeño laboral. Recuerdo que después, al volver de nuevo a Texas, tuvimos oportunidad de hablar sobre lo que pasó aquella noche, y acordamos repetirlo cada vez que tuviéramos oportunidad y cerrar la boca sobre todo esto. Ya no tuve que fijarme más en los hombres de San Antonio, ni siquiera cuando volvimos a México…

Yo ya tenía a mi papá.

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