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Como me convertí en una perrita sumisa

Como me convertí en una perrita sumisa
Hola mi nombre es Sergio (al menos el que mis padres pensaron para mi), tengo 28 años y quisiera contarles la historia de cómo comenzó mi pasión por vestirme y sentirme como una nena. Fue hace algunos años cuando conocí a Carlos, el había llegado desde otra Ciudad hacía poco tiempo y había sido asignado a nuestro curso en el colegio. Desde un comienzo con Carlos nos hicimos buenos amigos, íbamos a todos lados juntos y conversábamos de todo sin tapujos. Fue en una de esas charlas cuando le comenté que me excitaba mucho tomar las prendas íntimas de mis hermanas y masturbarme imaginando como quedarían esos diminutos calzoncitos perdidos entre unas voluptuosas nalgas ( lo que omití comentarle es que habitualmente las nalgas que imaginaba devorando esas tanguitas tan pequeñas eran las mías y que en ocasiones lo había experimentado llevándome esto a niveles inexplicables de placer). En fin, al sentir esto Carlos me confió que el acostumbraba masturbarse mientras espiaba a su hermana cuando ella estaba en el baño y que lo volvía loco verla con esas tanguitas metidas hasta el fondo es su cola. Debe estar buena tu hermana – le dije – , no sabes cuanto – contestó – Quieres venir a espiarla conmigo esta tarde? A lo que acepté rápidamente, y quedamos para encontrarnos en su casa.

Esa tarde llegué con un poco de temor de que ella nos descubriera, pero Carlos me tranquilizó diciéndome que nunca lo había notado y el hacia mucho que la espiaba. Nos pusimos a hacer un poco de tiempo esperando que Claudia (la hermana) ingresara a ducharse. Cuando lo hizo nos fuimos los dos sobre la puerta del baño y comenzó Carlos a espiar primero mirando por el cerrojo. Ya al cabo de un rato le hice señas de que me dejara a mí y lo hizo. Cuando me incline logré ver que tenía un terrible cuerpazo, pero no fue esto lo que más me impactó sino que fue notar lo bien que quedaba su tanguita perdida en esa cola que tanto me hacía recordar a la mía por lo carnosa y paradita. Esto hizo que me excitará en extremo y me olvidara que Carlos también quería observar, estuve así durante varios minutos mientras veía como Claudia se depilaba; hasta que de pronto sentí que Carlos estaba tocando mi cola, que por la posición en la que me encontraba se encontraba muy expuesta; de una manera muy disimulada pero tacándola al fin. Esto en lugar de incomodarme me gustó pero de todas formas en ese instante me incorporé y di vuelta para mirarlo de manera intimidante y pude ver como con una de sus manos agarraba su pene y lo sacudía mientras con la otra me tocaba lo quedé mirando un segundo, el se sonrojó y me pidió que no lo tomara a mal, que era una forma que podíamos encontrar de aliviarnos mutuamente ya que las chicas no nos daban entrada. En ningún momento me creí lo del alivio mutuo, pero yo también lo quería y la excitación no me dejaba razonar por lo que me volví hacia la puerta nuevamente y continué mirando a su hermana, dejándole mi colita a su disposición para que se entretuviese mientras tanto. Mientras continuaba observando a Claudia con su depilación sentía como Carlos masajeaba mis glúteos ya a esa altura por debajo de mi pantalón y sentía su jadeo al masturbarse. Esta fue la primera vez que me sentí una hembra y me gustó. Cuando terminó de ducharse Claudia volvimos a hacer lo que estábamos haciendo como si nada hubiese pasado; luego de un rato me despedí y Carlos me pidió que por favor volviese al día siguiente y que si era necesario dejaría que yo hiciera lo mismo con él. Dije que si pero en realidad no sabía si volvería. Camino a mi casa me sentía muy extraño, sabía que aquello me había gustado más que cualquier otra experiencia en mi vida, pero sentía que no era correcto. Esto no evitó que al llegar a mi casa me masturbara recreando toda aquella situación.

Al otro día y luego de meditarlo mucho me decidí a regresar a lo de Carlos, pero un par de cosas tenía seguro, una era que no me interesaba masturbarme mientras tocaba la cola de Carlos sino que quería ser yo la manoseada; la otra era que si iba a hacerlo nuevamente me iba a permitir hacer lo que siempre había soñado, colocarme una tanguita que se metiera en mi cola y volviera loco a cualquier hombre que me viera.

Es así que tomé la tanga más pequeña que encontré en la habitación de una de mis hermanas, depilé todo mi cuerpo como había visto a Claudia hacerlo la tarde anterior y me la coloqué disfrutando como se perdía entre mis dos cachetes de carne hambrientos.

Al llegar a lo de Carlos el me esperaba ansioso porque su hermana ya se encontraba en el baño, lo primero que hice fue ganarle la posición para ser yo quien se inclinara sobre la puerta, el lo entendió y en esta oportunidad, sin esperar más, bajo mis pantalones llevándose una grata sorpresa cuando vio aquellos dos cachetes devorando el hilito negro de la tanga. Quede esperando un momento deseosa de volver a sentir sus manos recorriendo mi cola pero él había quedado inmóvil mirando mi hermoso culo el cual yo paraba cada vez más incitándolo a tocarlo, luego de un instante sentí que dejó caer sus pantalones, colocándose detrás de mi para comenzar a masajear mis glúteos como si estuviera poseído, yo movía mi cola suavemente como pidiéndole que continuara, pero de pronto sentí que comenzaba a colocar su pene entre mis nalgas y a recorrer la rayita de mi cola desde arriba hasta abajo. Esa fue (hasta ese momento) la sensación más placentera que había experimentado. Sentir su pene jugueteando entre mi cola y mis nalgas apretándolo como si quisieran que nunca saliera de allí hizo que mi contoneo se acelerara y Carlos se viniera en mi colita, fue una sensación deliciosa sentir toda esa leche tibiecita llenando mi rajita y me hizo sentir muy perra saber que era yo quien la causante de todo eso.

Carlos se retiró, pidió disculpas y se ofreció a limpiarlo a lo que yo respondí que no era necesario (es que tenía muy buenos planes para esa lechita que estaba entre mis glúteos), ambos nos subimos nuestros pantalones y nos despedimos con un beso que casi fue en la boca. Carlos me agradeció por haber ido vestida de aquella manera y me pidió si no me animaría a vestirme totalmente de mujer algún día, a lo que yo respondí que si el conseguía las prendas yo lo haría.

Salí corriendo para mi casa, estaba que estallaba de lujuria, apenas llegué me metí en el baño, me quite toda la ropa menos la tanguita y comencé a retirar con mis dedos la lechita que Carlos había dejado en mi cola para luego probarla, es que quería conocer el sabor de aquel liquido que tanto placer me había dado al derramarse entre mis nalgas. Luego de haber quitado todo el semen que estaba sobre la tanga me la quite y continué hurgando con mis dedos para retirar la lechita, la excitación que tenía era demasiada y haber estado rozando con los dedos mi ano me había llevado a pensar en introducir uno de ellos allí (hasta ese momento nunca lo había hecho), pero la curiosidad y la excitación me estaban matando, por lo que en un momento traje uno de mis dedos hasta mi boca, lo cubrí de saliva y lo volví a llevar nuevamente hasta mi colita y sin pensarlo demasiado lo introduje en mi febril agujerito, sintiendo en un principio una m*****ia pero que rápidamente paso a convertirse en placer, tanto fue así que eyaculé sin necesidad de tocar mi pene.

Al día siguiente me encontré con Carlos en el cole, me dijo que ya había logrado quitarle a su hermana algo de ropa femenina para que me la pudiese poner y así ser su hembrita por todo el fin de semana; para la ocasión había pedido a su abuelo que nos prestase una casa que tiene en un campo cercano a la ciudad argumentando que iríamos a acampar, etc.

Al llegar el fin de semana salimos hacia la casa del campo, yo me sentía muy extraña, esos días sería la perrita de mi mejor amigo y eso me excitaba muchísimo, llevaba como, debía ser, todo mi cuerpo depilado y bajo mi ropa de hombre me había colocado una bikini de mi hermana para ir acostumbrándome a la idea. Cuando llegamos Carlos me dio el bolso con la ropa que había conseguido y dijo que saldría, mientras yo me cambiaba, a recorrer un poco el campo para asegurarse de que no habría nadie trabajando por allí que nos pudiera ver. Ve pensando un nombre de mujer para que te llame así todo el fin de semana – me dijo- , me dio un profundo beso en la boca y se marchó.

Comencé por quitarme la ropa de hombre que tan desubicada era para la ocasión, luego de eso me maquillé suavemente ya que mi cara es un tanto femenina, así como mi cuerpo también, y me dispuse a elegir la ropa que me pondría. Decidí que la bombachita y el bra serían blancos, encima de eso me colocaría un vestidito de lycra color negro de esos bien ajustaditos y cortitos, pantys negras también y unos zapatos de taco que habían en el bolso.

Lo primero que coloque fue el brasier y lo rellené de manera que pareciera como que si tenía pechos, puse inclusive unas bolitas de papel para que simularan los pezoncitos. Luego continué por colocarme la tanguita, era realmente diminuta y creí que no lograría colocar mi “clítoris” dentro de ella ya que a pesar de ser muy pequeño era difícil imaginar que entraría en ella, pero lo logré; el hilito de la tanga se perdió en la carnosidad de mi cola de forma que solo se veía un pequeño triangulito que salía por encima de ella. Me coloqué las pantys, de esas que llegan hasta mitad del muslo, el contraste de el color negro con mi piel blanca hacía que quedasen muy bien (además tengo muy lindas piernas, eso es algo que noté luego de que comencé a depilarme), me puse el vestidito que apenas llegaba a cubrir mi colita, me calcé los zapatos y me dispuse a contemplar mi transformación. Casi me desmayo, era realmente una señorita, con mi pelo largo natural peinado como una colegiala inocentona, mi carita angelical y mi cuerpo que nada tenía de masculino totalmente expuesto ya que el vestido era muy ajustado y permitía ver como mi cintura que es muy finita se ensanchaba hacia mis caderas y con mis improvisadas boobis hacían que nada tuviera que envidiarle a las chicas más lindas del cole. Giré para observar como me veía desde atrás y fue aun mejor, ver mi voluptuosa cola, aun más paradita que de costumbre por los tacos, que casi no lograba mantenerse dentro del vestidito fue algo que me hizo sentir tranquila, yo no había nacido para ser hombre. El nombre que decidí para mi fue Patricia y quería que desde aquel momento Carlos me llamara siempre así mientras estuviéramos solos.

Carlos se demoraba demasiado por lo que, a pesar de sentir un poco de temor, decidí salir de la casa a ver si lo encontraba, vi la puerta de del granero entreabierta y me acerqué con mucho cuidado a ver si había alguien, cuando llegué a allí me asomé sigilosamente y no vi a nadie, por lo que decidí entrar. Recorrí el granero y no lo encontré así que pensé en volver a la casa para esperarlo allí. Estaba ya saliendo cuando siento una voz que me dice “hola” desde una especie de ático que tenía el galpón, mire asustada y vi que era un hombre de unos sesenta años que se encontraba ordenando unas cosas, pensé en salir corriendo pero esto me haría quedar más evidente, además estaba segura que no se notaba que no era mujer, lo que si, a pesar de mi peinado colegial y mi cara angelical, mi atuendo era más bien el de una perrita en celo. _“Hola – respondí con la voz más femenina que pude improvisar- buscaba a Carlos, lo ha visto por aquí”. _ “No señorita -dijo el hombre- y usted quien es…la nieta de Don Alfonso” (el abuelo de Carlos). _ “Si” fue lo único que atiné a responder, sin darme cuenta de que tal vez aquél hombre conociera a Claudia. _”Ahh, menos mal que vino –continuó-, ya le domé su caballo, venga que se lo voy a mostrar. _ “En otra ocasión – dije- hoy estoy un poco apurada” _ “Pero su abuelo me dijo que usted tenía mucho interés en eso, que ya se le fue” dijo el hombre con vos enojosa. No se porque fue, si por evitar enojar a aquel hombre o si porque estaba muy ilusionada con la idea de que él no había notado que en realidad yo no era mujer, pero acepté. Me llevó hacía el fondo del granero, me pidió que subiera a su caballo, aduciendo que estaba un poco lejos, me ayudó a subir, metiendo mano en mi cola para hacerlo (esto no me gusto demasiado, pero lo deje pasar), agarro unas cuerdas para enlazar al otro caballo, según dijo y subió detrás de mí sujetándome fuerte por la cintura. Fuimos hasta donde estaba aquél caballo que tan poco me importaba a mí, yo en lo único en que pensaba era en donde estaría Carlos. En el camino sentía el aliento caliente de aquel hombre sobre mi nuca y no me agradaba demasiado, pero el hecho de que me llevara sujetada tan firme de mi cintura la verdad es que me excitaba un poco. Cuando pasamos por un monte se introdujo, alo que yo le grité _ “Que hacé?” y el me respondió _ “Es que está aquí dentro, haga silencio….no lo siente?” _ Y la verdad es que no lo sentía, pero decidí confiar, me imaginé que aquel hombre no querría propasarse con la nieta de su patrón.

Cuando llegamos al punto en que no se veía ni el comienzo ni el final de aquel monte, se detuvo, bajo del caballo y me pidió que lo hiciera también en silencio. _ “Hay que esperarlo aquí” dijo mientras agarraba la cuerda que traía para enlazarlo y comenzaba a hacerle un nudo. Pasamos unos minutos así, en silencio, el hombre acondicionando la cuerda y yo pensando en Carlos. Luego de un rato me preguntó _“Usted sabe hacer nudos de estos?” _”Es como cualquier otro” respondí _ “No sea ignorante, venga áteme las manos con unos de sus nudos” – “Para que?” pregunté _ “Y no dice que es lo mismo, si es lo mismo pruebe”. Entonces de muy mala gana accedí a hacerle el nudo que tanto quería solo para que se callara. Cuando terminé de atarlo, en un par de movimientos se zafó de la cuerda quedando con sus manos libres. _”Y? que me dice ahora” _ “Que tuvo suerte” _”Venga –me dijo-, pruebe usted desatarse de uno de los míos” _ “No –respondí-, le agradezco, no me interesa” _ “Pero no sea tonta, tenemos que hacer un poco de tiempo hasta que aparezca ese desgraciado”. Nuevamente me ganó por cansancio y accedí, le ofrecí mis manos y él me las amarró con uno de sus nudos. _ “Pruebe desatarse ahora” dijo. Intenté y no podía _ “Listo ya me probó que los suyos sirven, ahora desáteme” _ “Espere un segundo” dijo mientras pasaba el otro extremo de la cuerda por sobre la rama de un árbol. _“Que hace” le reproché _”Ya va a ver” y jalo la soga con fuerza obligándome a levantar mis brazos y haciendo que el diminuto vestido se levantara dejando parte de mis glúteos al descubierto. “Nooo, suélteme” –grité a punto de largarme a llorar. _”No te pongas nerviosa, que no voy a hacerte nada que no quieras” respondió mientras se ubicaba detrás de mí para observar mi cola ya casi al descubierto. “Ahh, pero no traes calzoncito, sabía que Don Alfonso tenía una nieta que estaba muy buena, pero nunca me imaginé que fuera tan puta” _ “Si traigo, pero desáteme” _ “Porque –dijo mientras levantaba el vestido hasta mi cintura y descubría lo poco que sobresalía de la tanguita- si yo creo que vos te morís de ganas de sentir una verga en el culo”. No respondí, en el fondo sabía que tenía razón, pero quería que fuera Carlos y no este tipo. Comencé a sentir sus manos ásperas masajeando mi cola, mientras decía cosas en mi oído. Y de pronto noté que lo que sentía subiendo y bajando entre mis nalgas era su pene, un enoooorme pene que parecía ya estar lubricado. En ese momento me olvidé de todo, que estaba en el medio de la nada, con un hombre desconocido, que aun creía que yo era una mujer y que me encontraba amarrada y sin poder soltarme; en realidad no estoy segura de que lo haya olvidado, solo era que esta situación me excitaba más aun. Comencé a contonear mi cola, aprisionando su pene entre mis nalgas y masajeándole su muy lubricada punta. El lo notó y en ese momento aflojo la soga y me obligó a arrodillarme. Se puso frente a mi y me ofreció su pene, yo no quería mamarselo, parecía no estar demasiado limpio pero el llevo mi cabeza sobre aquel mástil y no pude hacer otra cosa que introducirlo en mi boquita, tal vez podría haberme resistido un poco más, pero yo también estaba deseosa de sentir un pene por primera vez en mi boca, masajearlo con mi lengua y recorrerlo con ésta como si fuera una paleta y yo una nena a la que le gustan mucho este tipo de dulces. Tenía un olor muy penetrante, pero su sabor era algo único. Y ahí estaba yo, vestida de putita, en el medio de un monte, arrodillada, amarrada y succionando desesperadamente el pene de un hombre al que no conocía, pudo haber sido mi mejor fantasía erótica pero estaba pasando en realidad.

Al cabo de un rato, se apartó de mi, diciéndome _”Espera putita que todavía no quiero acabar”. Me obligo a pararme, volvió a sujetar fuerte la soga, con mis brazos arriba, se colocó detrás de mi, hizo que abriera mis piernas y arrancó de un tirón la tanguita que llevaba puesta, se recostó sobre mi volviendo a meter su pene entre mis nalgas y llevo una de sus manos hacia delante, seguramente buscando encontrarse con mi vagina, pero mayúscula fue su sorpresa cuando se encontró con “mi clítoris”. _ “Así que con que estas traemos” dijo “Y no me habías avisado puta…ahora vas a saber lo que es el rigor”. Me dio unas nalgadas, luego se arrodilló detrás de mí para hurgar con su lengua en mi agujerito, se volvió a incorporar y sin previo aviso ni nada comencé a sentir como su pene se comenzó a abrir paso entre mis dos carnosas nalgas hasta toparse con mi ano y allí comenzar a taladrar con furia. Fue indescriptible, al principio sentí un fuego en mi colita y luego pude sentir como aquel gigante pene iba avanzando en mi interior. De pronto sentí su bello púbico sobre mis nalgas, esto me dio la pauta de que ya había ingresado todo y me hizo sentir muy perra, era este un presagio de que mi cola sería una maquina de devorar penes de ahí en más, y de que ningún macho que me hiciera el honor de prestarme su pene para que jugase con el saldría insatisfecho de mi interior. Sentía el chasquido de su pelvis golpeando contra mis nalgas y todo lo que nos podía separar se encontraba dentro de mí. En un momento me di cuenta de que literalmente me había levantado en su pene, separándome del piso, probablemente por la diferencia de altura (yo mido 1.75m y el probablemente 10 cm más que yo) nunca creí que aquel hombre con la edad que tenía tuviera tanta virilidad. Me estaban dando la cogida de mi vida y yo lo estaba disfrutando en consecuencia, ensartada en aquel mástil, colgando de el, con mis piernas en el aire . Luego de un buen rato de darme sin piedad se vino dentro de mí. Fue un momento mágico, sentir como toda aquella lechita se derramaba en mi interior, sentirla tibiecita depositándose en mi cuerpo hizo que tuviera contracciones de placer, esto debía de ser tener un orgasmo para una mujer. Luego de estar un momento así, me bajo permitiendo que apoyara mis piernas nuevamente en el piso, mientras besaba mi cuello y masajeaba mis improvisadas boobis. Salió de mi interior, se alejo y subió sus pantalones, encendió un cigarrillo y se sentó en el piso a observar su obra. Y allí estaba yo, amarrada aun, exhausta, y por mis piernas chorreaba el semen que hacía un instante aquel macho había depositado en mi interior. Sin decir una palabra se paró, me desató, subió a su caballo y se fue, dejándome sola, en el medio de la nada y con mis piernas temblando aun por la terrible cogida que acababa de recibir.

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