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Me Follé a mi propio Hijo

Me Follé a mi propio Hijo
Me llamo Begoña y tengo 44 años. Mido 1.62 y peso 54 kg por lo que aún me conservo bien pese a mi edad. El cabello me llega por debajo de los hombros, lo llevo ondulado y teñido de color berenjena. Uso una talla 90 de sujetador pues el pecho ya comienza a caerse. Ya me gustaría conservarlo firme y duro como lo tenía hacía unos años cuando no tenía necesidad de usar sujetador. Trabajo como decoradora en una empresa constituida por diversas tiendas de muebles en San Sebastián. El mes que viene hará dos años que estoy divorciada y desde ese momento no he vuelto a relacionarme con ningún hombre, mas que para tomar algún café con algún amigo o algún que otro compañero de trabajo. A pesar del tiempo que había transcurrido aún mantenía fresco el cariño por mi ex marido. Lo sé, las mujeres somos tontas de remate. Pese a que me engañó con mi mejor amiga debo reconocer que seguía manteniendo un cierto cariño por él.

Tengo un hijo de 22 años llamado Jorge con el cual mi relación ha mejorado bastante en los últimos meses. Vive conmigo ya que no quiere saber nada de su padre. Yo le digo que al fin y al cabo es su padre y que deberían verse de vez en cuando. Jorge no le perdona que me dejara por otra. No soporta verme triste y sola. Yo trato de que me vea alegre pero en ocasiones no lo consigo. Jorge sabe que una de las cosas que más me gusta es salir a bailar. Siempre me han gustado los bailes de salón, en especial el mambo y el cha-cha-chá. Desde mi divorcio no había vuelto a salir a bailar. Unos días antes de mi aniversario, Jorge me sorprendió agradablemente con estas palabras:

– Mamá, estos últimos días te veo algo triste. Quiero que pases un cumpleaños realmente divertido. ¿Qué te parece si vamos a cenar a algún restaurante bonito y luego a bailar? Invito yo. Consideralo como mi regalo de cumpleaños.

– Hijo, me encantaría celebrar el cumpleaños contigo. No esperaba un regalo como este. Jamás he estado tan bien acompañada en un cumpleaños.

Los dos reímos de buena gana y nos dimos un fuerte abrazo. Lloré de felicidad por las palabras de mi hijo. Realmente me hizo ilusión su ofrecimiento.

El sábado siguiente estuve revolviendo en mi armario buscando algún conjunto bonito para ponerme. Me decidí finalmente por una blusa granate de amplio escote y un pantalón negro de piel que realzaba mis piernas. Escogí también una cazadora negra de piel y unos botas negras de alto tacón. Cuando me vio Jorge me dijo que estaba guapísima y que aquella noche más de un hombre se fijaría en mí. Me ruboricé con sus palabras y le agradecí que me animase.

Nunca había salido con mi hijo pero debo reconocer que aquella noche me lo estaba pasando realmente bien. Bebimos unas copas durante la noche. Yo no bebo mucho ya que enseguida me sube el alcohol a la cabeza. Sobre las tres de la mañana yo ya estaba bastante cansada por falta de práctica aparte que los efectos del alcohol empezaban a hacer mella en mí, así que le pedí a mi hijo que volviésemos a casa que ya no estaba para esos trotes.

Llegados a casa nos sentamos unos minutos en la cocina y hablamos un rato. Le agradecí la cena y los bailes y le dije que me lo había pasado fenomenal aquella noche. Jorge me dijo que no pensaba que tuviese una madre tan bailonga y que tuviese tanto ritmo. Me dijo que aquello había que repetirlo pronto. Consiguió hacerme sonrojar y me dirigí a mi dormitorio despidiéndome de mi hijo con un beso de buenas noches. Le dije que necesitaba descansar después de tanto baile y que me encontraba algo mareada por la bebida.

Como dije me dirigí a mi habitación y me empecé a despojar lentamente de la ropa para cubrirme con el camisón de noche. Siempre suelo cerrar la puerta cuando me desnudo pero esa noche cometí la torpeza de no hacerlo, tal vez me encontraba demasiado cansada. Me percaté de mi error ya que mientras me iba desnudando pasó Jorge camino de su cuarto y al ver la puerta abierta de mi cuarto se detuvo para volver a desearme que descansara. Imagino que mi hijo no se esperaba encontrarme desnuda ante él. No me m*****ó que me viese así y Jorge tampoco se mostró violento viendo a su madre desnuda. Supongo que debido a las copas de más que llevábamos no supimos cómo reaccionar ante esa situación y Jorge acabó despidiéndose de mí y se dirigió a su dormitorio.

Una vez cambiada, me acurruqué en la cama pues hacía frío aquella noche y estuve pensando sobre lo que había sucedido; no me había sentido m*****a por el hecho de que mi hijo me viese desnuda, más bien al contrario. Había visto en Jorge la misma mirada lujuriosa con la que me miraba mi esposo antes del divorcio y me había gustado hacerle sentir eso por mí al verme desnuda ante él.

Durante unos breves momentos pasó por mi cabeza una idea fugaz. Pensé en mi hijo no como mi hijo sino simplemente como un hombre y que podía ser quien solucionara la terrible soledad que sentía noche tras noche al irme a la cama sola. Tenía un consolador que me acompañaba en los momentos en que necesitaba satisfacerme pero no me daba el placer ni era comparable a la compañía de un hombre. Tenía a Jorge a pocos metros de mi habitación y no tenía la menor duda de que un muchacho joven y fuerte como él sabría cómo darme el placer que mi cuerpo exigía y hacerme las noches algo más agradables.

De acuerdo, reconozco que aquel pensamiento era una locura, así que deseché la idea de ver a Jorge como a un hombre y calmé la calentura que se había apoderado de mí masturbándome con mi querido consolador. De todos modos pensé que mi cuerpo desnudo había causado efecto en mi hijo, una se da cuenta de esas cosas. Mis curvas no habían pasado desapercibidas para Jorge. En su mirada intuí un gran deseo al descubrir a su madre desnuda. Mientras me masturbaba lentamente, no pude dejar de pensar en como sería estar con mi hijo en la cama, en el modo como jugaría con sus dedos con mi coño húmedo y en el inmenso placer que sentiría al chuparle la polla con suavidad hasta lograr que me regase con su espesa leche sobre mi cara y mis pechos. Jorge hacía dos meses que no salía con ninguna chica con lo cual tendría necesidad de una buena hembra. Gracias a esos pensamientos que me rondaban la cabeza me corrí sin remisión. Sin embargo parece que no había tenido bastante ya que no lograba conciliar el sueño. Me sentía inquieta, necesitaba estar en brazos de un hombre y el único que tenía en esos momentos a mano era mi propio hijo. No lo pensé dos veces y con el coño empapado por la reciente corrida abandoné mi cama y me dirigí sin perder un segundo hacia el dormitorio de Jorge.

Jorge dormía plácidamente así que me acerqué con cautela a su cama para no hacer ruido. No quería asustarle. Pretendía que aquella relación resultase lo más natural posible. Que fuéramos simplemente un hombre y una mujer deseosos de dar y recibir placer. Nos encontrábamos al final de la primavera y se iba acercando el caluroso verano motivo por el cual mi hijo dormía destapado.

Se encontraba totalmente desnudo sobre la cama, tan solo cubierto por un bóxer que le había regalado hacía unos días. Comprobé con mirada lujuriosa el bulto que formaba su miembro debajo de la tela que lo cubría; a pesar de encontrarse todavía en reposo mostraba un aspecto realmente amenazador, parecía algo más grande que la de su padre. Dios!!!! ¿Cómo sería de grande cuando la tuviera entre mis manos? Estaba deseosa de abarcarla entre mis húmedos labios y de que entrase en contacto con mi hambrienta lengua. Necesitaba comprobar por mi misma si aquella culebra era tan apetitosa y revoltosa como parecía a simple vista. No había ya marcha atrás posible. El deseo había resultado vencedor sobre la razón. Iba a acostarme con mi hijo y no pretendía más que sentir las caricias de sus manos sobre todo mi cuerpo. Ansiaba con fervor que acariciara mis muslos, mis pechos, mis nalgas; sentir su duro miembro en el interior de mis entrañas.

Comencé acariciando con cautela pero sin darle un segundo de respiro a la que se iba a convertir en la mejor amiga de mis juegos, de ese modo fui percibiendo con atónita mirada cómo iba lentamente aumentando de tamaño hasta alcanzar una magnitud considerable. Jorge despertó asustado dando un brinco en la cama; ni en el mejor de sus sueños pudo haber imaginado lo que estaba ocurriendo.

– ¿Pero qué estas haciendo, madre? ¿Te has vuelto loca?

– Shhhhhhhhhhhh, calla hijo. Tú sólo déjate hacer. No pasa nada. Hace tiempo que necesito estar con un hombre y creo que eres el más adecuado. Por favor, Jorge no me desprecies. Deseo con todas mis fuerzas que me hagas feliz.

Jorge accedió a mis súplicas no con mucho convencimiento. Agarré la tela del bóxer por ambos lados y empecé a bajarla con gran parsimonia tratando de retrasar al máximo la aparición del objeto de mi deseo. Finalmente emergió en todo su esplendor mostrándose amenazadora y triunfante. La estuve adorando durante unos breves segundos. Era fantástica. Giraba hacia la derecha. Era gruesa y venosa con una cabeza de un tono amoratado que surgía amenazante entre la piel que la cubría. Era mucho más grande que la de mi marido pues rondaría los veinte centímetros sin ningún género de dudas. Dí un suspiro de satisfacción imaginando todo lo que podría hacer con ella. Humedecí mis labios con mi lengua. Sólo me había acostado con mi ex marido y llevaba tanto tiempo sin compañía masculina que mi cuerpo ardía de deseo por sentir a mi hijo dentro de mí.

– Jorge, voy a comertela hasta el fondo. Tienes un aparato fabuloso con el cual seguro que vas a hacerme muy feliz. ¿Vas a hacer feliz a tu madre, verdad? le supliqué con tono ronroneante.

Sin dejar que respondiera empecé a jugar con su verga lamiendo lentamente toda su longitud empezando desde la base hasta llegar a su glande. Volví a bajar hasta alcanzar sus testículos los cuales se notaban bastante cargados. Me los comí enteros, primero el uno y luego el otro arrancándole un largo suspiro de placer a mi hijo. Abandoné finalmente sus huevos y me dirigí hacia su cabeza la cual se mostraba desafiante y deseosa de ser absorbida. Me aproximé a ella y golpeé varias veces con la punta de mi lengua sobre su glande. Debo reconocer que la situación me estaba dando un morbo fenomenal. Jamás pude haber imaginado ni en sueños estar con mi propio hijo haciendo aquello. No pude resistir por más tiempo la tentación y tragué con decisión el miembro viril de Jorge el cual gimió sin poder aguantar la tensión que le embargaba en esos momentos.

Agarró con fuerza mi cabeza cogiéndome del cabello y ayudándome en la felación que estaba empezando a hacerle. Empecé a comerla tal como había imaginado hacía unos minutos. Se la chupé con gran dedicación, no había ninguna prisa. Quería gozarlo hasta el último poro de su piel. Ensalivé toda su polla dejándosela bien húmeda para que así entrara y saliese con más facilidad de mi boca. Mi lengua entabló una lucha feroz con aquel tronco en el interior de mi cavidad bucal. Mientras me tragaba con fruición su pene le miraba a los ojos con cara de vicio. Jorge cerraba de vez en cuando los ojos gozando con las caricias que le estaba dando.

– Jorge, te gusta lo que te hago? Quiero que goces como nunca lo hayas hecho. Que sea algo inolvidable para los dos.

– Madre, no está bien lo que hacemos pero es tan maravilloso. Me estas volviendo loco con tu lengua y tus labios.

Aquellas palabras me llegaron al alma. Saber que estaba haciendo que mi hijo se encontrara feliz a mi lado hizo que perdiera el control y me dediqué a comerle su polla con movimientos más osados. Escupí sobre su glande empapándolo con mi saliva y con mi mano empecé a esparcirla a lo largo y ancho de su verga. Al tiempo que sorbía su polla le empecé a masturbar con mi mano con fuerza.

– Sigue así, que bueno. Si sigues así conseguiras que me corra enseguida.

– Eso quiero. Quiero que te corras sobre mí y que me llenes con tu leche.

Así pues tras dos interminables minutos de estar dándole ese tratamiento, Jorge acabó corriéndose sobre mí llenándome toda la cara con su espeso semen. Me llenó la boca de leche la cual tragué con gran placer. No podía creer que la leche que estaba tragando fuera la de mi propio hijo. Ello no hizo más que redoblar el morbo que sentía. Tuve que cerrar los ojos con celeridad pues uno de sus chorretones fue a parar sobre ellos.

– Dios, ha sido maravilloso. Me has hecho correrme como un loco. Lo mejor de todo es que no me arrepiento de lo que ha pasado.

– ¿Querrás decir de lo que ha pasado y de lo que aún queda por pasar? ¿No creerás que hemos acabado? Quiero que sea una noche especial para los dos.

Estuvimos descansando y recuperando fuerzas una media hora durante la cual no dejé de sobar su cuerpo por todos los rincones. Me entretuve lamiendo los pezones de mi hijo el cual descubrí que era especialmente sensible en esa zona de su anatomía. Me coloqué encima de él en posición inversa y comencé a chupar nuevamente su verga la cual se encontraba flácida tras la corrida que tuvo. De todos modos observé que mis caricias devolvían nuevos bríos a aquel a****l enjaulado el cual cabeceaba buscando quien le acogiese. Jorge no permanecía quieto y chupaba con gran maestría mi agujero vaginal humedeciéndolo con su saliva. Introducía su lengua en el interior de mi coño haciéndome gemir sin poderlo evitar. Golpeó con fuerza mi clítoris el cual se hinchó hasta ponerse bien duro. Me retorcía son sus lametones, descubrí que mi hijo sabía jugar sus cartas muy bien. Hasta ahora había adoptado una actitud pasiva pero parece que las tornas iban a cambiar en breve.

– Así mi niño, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Qué bien lo haces. Arghhhhhhhhhh.Por Dios, sigue chupando así. No te paressssssssssss.

Me corrí como una loca por primera vez esa noche llenando sus labios y su boca con mis jugos los cuales manaban en abundancia. Jorge los tragó con gran deleite hasta dejarme bien seco mi coño.

Jorge me ayudó a levantar de la cama y me dijo que fuéramos al salón que estaríamos más cómodos. Le acompañé como un autómata. Todavía no me había recuperado del orgasmo que me había hecho sentir. Mi hijo se sentó en el amplio sofá de cuero negro invitándome a unirme a él. Por supuesto no lo pensé dos veces. Agarré con mi mano su verga y estuve masturbándola unos dos minutos, tiempo más que suficiente para que al finalizar mostrara el aspecto que tan bien conocía. Tras alcanzar su máximo tamaño aproveché para volver a depositarla en mi boca iniciando una nueva mamada. Chupé y chupé sin descanso aquel músculo de dimensiones espectaculares. Cada vez me estaba aficionando más a esa tarea.

Jorge introdujo un dedo en mi coño empezando un movimiento circular en el interior de mi vagina. Su caricia se hizo más osada al introducir un segundo dedo y luego un tercero. Gemí con fuerza, aquello era más de lo que podía esperar. A cada instante mi hijo me asombraba con una nueva caricia que me hacía ver las estrellas. Pese a todo, imaginé que tendría mucho más para ofrecerme. Tan solo nos encontrábamos en los preparativos. Aún quedaba lo mejor por venir, estaba absolutamente segura de ello. De mi vagina pasó a la entrada de mi ano sorprendiéndome gratamente. Me hizo dar un respingo al notar su caricia en mi esfínter. Hacía mucho tiempo que no recibía dichos cuidados. Mi marido pocas veces me hizo algo así. Decía que era algo sucio y de mentes perturbadas. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo al ser consciente de que mi hijo acabaría sodomizándome; dichas caricias me lo estaban confirmando.

Al fin llegó el momento de unirnos en uno solo. Necesitaba sentir a Jorge dentro de mí. Le puse un condón con mi boca cubriéndole la polla en su totalidad. No se trataba de que me dejara embarazada. Me monté sobre él a horcajadas sentándome sobre su eje y metiéndomelo con cierta dificultad debido a su grosor. Gemí con fuerza al sentir como aquella barra de carne penetraba en mi vagina abriéndose paso sin ningún reparo. Estuve unos treinta segundos quieta sobre mi hijo degustando el cuchillo que me había clavado. Finalmente y no sin dificultad logré empezar a moverme sobre él iniciando un movimiento rotatorio sobre aquel arpón. Cabalgué y cabalgué sobre Jorge con una fuerza increíble adquiriendo a cada paso una velocidad mayor. Su polla entraba en mi cavidad cada vez con más facilidad una vez me hube dilatado por completo.

– Me matassssssssssssss. Por lo que más quieras, no pares nunca. Argggggggggggh. Es una polla fantástica. Me llena toda. Me matas de dolor y de placer.

Mi hijo me tenía bien agarrada de las caderas ayudándome en la cabalgada que le estaba propinando. Empezó a moverse con fuerza dándome unos empellones increíbles insertándome su badajo hasta el fondo. Me sujetó con decisión de las nalgas y comenzó a darme fuertes manotazos con cada uno de los cuales yo gritaba como una desesperada. Me dejó las nalgas de un tono rojizo gracias a los cachetes que me propinó. Jorge se incorporó sobre sus pies sin sacar su miembro de mi vagina al tiempo que me agarraba con fuerza de mi cintura y se alzó hasta conseguir ponerse de pie. De esta manera me cargó sobre él taladrándome sin compasión con su polla con lo cual emití unos gritos desgarradores berreando como una loca. Clavé mis afiladas uñas en su espalda y en sus poderosos brazos haciéndole sangrar y me agarré con fuerza de sus hombros cruzando mis brazos alrededor de su sudoroso cuello. Coloqué ambas piernas por detrás de sus nalgas atrayéndolo hacia mí con el fin de que no escapase.

– Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. Másssssssssss, más, quiero más. Fóllame más fuerte hijo. Es magnífico. Así, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Galopaba sobre él clavándome y desclavándome sin darle un segundo de descanso Gracias a su anterior corrida, Jorge seguía sin correrse cosa que agradecí infinitamente. No pensé que mi hijo tuviera ese aguante. Me corrí dos veces seguidas disfrutando todo aquello que me estaba ofreciendo mi joven hijo. No podía creer lo que sucedía. Jorge me follaba del mismo modo en que años atrás lo había hecho su padre. Ese pensamiento me ponía muy cachonda. Jorge se quedó quieto de pronto y me dijo al oído con voz entrecortada:

– Ahora madre voy a follarte bien el culo. No resisto más las ganas de hacerlo.

Me llevó hacia la mesa grande del comedor y me puso de espaldas a él con las piernas bien abiertas. Estaba completamente húmeda gracias a los dos últimos orgasmos que había tenido. Jorge se arrodilló y empezó a mojarme el agujero del ano haciéndome sollozar de placer. Me lo mojó a conciencia para que la posterior penetración fuera más fácil. Me retorcía gracias a las caricias que me propinaba con su hambrienta lengua. Se levantó y apoyó con determinación su glande en la entrada de mi pequeño ano. Ya no había marcha atrás posible. Ambos lo deseábamos a toda costa. Introdujo la cabeza en mi esfínter arrancándome un aullido de dolor al sentirme empalada por semejante ocupante. Me quedé sin habla durante unos segundos poniendo los ojos en blanco. Perdí la noción del tiempo durante un largo minuto durante el cual Jorge acomodó la cabeza de su polla en mi conducto anal.

– Me quemaaaaaaaaaaaaaaa. Sácalaaaaaaaaaaaaa. Es demasiado grande, cariño. Auuuuuuuuuuuuuuugh.

Tras unos instantes de intenso dolor empecé a sentir placer al notar como mi hijo insertaba centímetro a centímetro el resto de su miembro hasta lograr ensartarme por completo. Golpeó finalmente con sus huevos en mis ardiente trasero. Diosssss, le tenía completamente dentro de mí. No podía creer que hubiese logrado introducir toda aquella barra de carne en mi recto. Jorge llevó una de sus manos hacia mi empapado coño al tiempo que inició un suave movimiento de mete y saca empezando a sodomizarme. Le acompañé en su lento movimiento adquiriendo ambos cada vez mayor rapidez en nuestra cópula. Jorge sacaba su erecto miembro de mi ano y volvía a introducirlo de un solo golpe haciéndome gritar cada vez que lo hacía. Acariciaba con una de sus manos mi excitado clítoris metiendo dos de sus dedos en mi vagina. Me estaba llevando con sus roces al mayor de los goces. Las paredes del salón retumbaban con los gritos escandalosos que ambos emitíamos.

– Dáme más fuerte, así más fuerte. Rómpeme con tu inmensa polla. No pares y sigue dándome sin descanso. Es enormeeeeeeeeeeeeeee, que maravilla.

Las embestidas que me daba mi hijo se fueron haciendo más y más salvajes follándome sin darme un instante de tregua. Me hacía ver las estrellas. Aguantaba y aguantaba sin dar señal de cansancio pese a que llevábamos un buen rato sin parar de fornicar. Sudaba copiosamente y las gotas de sudor caían sobre mi espalda.

– No aguanto más Jorge. Córrete conmigo y lléname el culo con toda tu leche. Por favor, no la saques. Quiero que descargues dentro de mí todo lo que tienes guardado Me corro otra vezzzzzzzzz. Es increíbleeeee. Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

– Me corro madreeeeeeeeeeeeeee. Toma todo mi semen. Es todo para ti. Disfrútalo. Me corrooooooooooooooooo. Me corroooooooooooooooooo.

Me llenó el recto con su abundante corrida. La verdad es que no me había defraudado en ningún momento. Jorge era un amante insultantemente incansable pese a su juventud. Había logrado sacarme varios orgasmos en aquella sesión interminable de sexo y lujuria. No pudo aguantar más y cayó rendido sobre mi espalda besándome el cuello y la nuca al tiempo que masajeaba mis pechos con sus manos. Jamás pude imaginar que pudiese haber disfrutado tanto y además con mi propio hijo. Jorge sacó su flácida herramienta de mi empapado culito y noté como empezó a fluir su caliente semen por mis muslos.

Esa noche dormí en brazos de mi hijo hasta mediodía pues estaba necesitada de recuperar las fuerzas que me había quitado Jorge. Al levantarnos volvimos a hacer el amor en la ducha. Puedo garantizaros que no volví a sentirme vacía ni una sola noche más pues desde aquel momento ambos tenemos suficiente amándonos con una pasión irrefrenable. Sabía que Jorge un día u otro encontraría una mujer que le hiciera feliz pero mientras tanto pensaba disfrutar de su infatigable cuerpo siempre que pudiera.

© King Crimson ([email protected])

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