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Tu Madre, La Puta de Todos – Parte 9

Tu Madre, La Puta de Todos – Parte 9
CAPITULO X

VAMOS A POR LOS MALOS

A la mañana siguiente, estábamos los tres puntuales para iniciar nuestra nueva investigación. Sin duda esta era la parte más complicada a la que nos habíamos enfrentado hasta ahora. Tendríamos que enfrentarnos a los malos, y no sé si realmente estamos preparados para esa batalla.

“Tíos mi madre me ha pedido esta mañana vuestros números de móviles. Dice que va a crear un grupo de wasap con los cuatro. Además, yo estoy muy preocupado, temo que, si atacamos al tal Dompimplon, o como se llame tome represalias contra mi madre”

“Dompimpon, Oscar, Dompimpon. Si, hemos contemplado esa posibilidad, por eso la idea que expuso ayer Javier, con matices, no es mala. Estos actuando solos, son muy peligrosos. No sabemos el poder real que tienen. Piensa que han estado en tu portal que os han grabado a ti a tu padre, han ido al trabajo de Marisa, en fin, no se andan con ostias. Pero cuando se involucra ya a un grupo, siempre alguno se acojona más, y ese tampoco sabemos el poder que tiene. Si el colectivo de los 4 o 5 folladores, se ven en peligro por culpa de Dompimpon, sin duda influirán en este para que no haga locuras. Una cosa es echar un polvo furtivo, y otra meterse en un lio de extorsión y cosas oscuras. Por eso vamos a agotar la vía Manuel, y luego pensaremos a fondo en la idea de Javier. De momento yo he estado hablando esta mañana con el colega mío de la facultad, que ya os he comentado que va de hacker, le he dado el nombre del Dompimpon, a ver si saca algo. ”

No tardamos mucho en llegar al polígono Industrial donde tenía la nave Manuel. Ahora había que encontrar la nave. Buscamos sin éxito, un directorio de empresas por algún lado, o puesto de control o algo así donde nos pudieran dar una idea de por dónde podía estar la nave. Nada.

Así es que nos dedicamos a preguntar por las otras naves. Tampoco habría tantas.

Así es que nos decidimos a preguntar por una empresa de moldes de aluminio de un tal Manuel.

Empezamos por la primera calle, por llevar un orden. Ni idea.

Así fuimos preguntando hasta que en una nos dieron algo de pista.

“Hola, buenos días, venimos buscando una empresa que se dedica o dedicaba a hacer moldes de aluminio, que era de un tal Manuel”, pregunté al primero que vi.

“Hola”, nos dijo un tío con mono, ya entrado en años,” Yo la única empresa que conozco que se dedicara a algo de eso, está un par de calles más abajo, pero realmente, nunca se ha visto ahí actividad alguna. La alquiló un tío, un tal Manuel, hace años, puso el cartel en la fachada, pero ya os digo, nunca se ha visto ahí actividad.”

“Muchas gracias, señor, nos ha sido de gran ayuda”, le dije.

“¿En serio ha sido de gran ayuda?”, preguntó incrédulo Oscar.

“Es pronto para hacer conjeturas, pero si la nave es esa, y nunca ha tenido actividad, ¿para qué quería el tal Manuel el crédito que avaló tu madre, y ahora está pagando?, le respondió Pablo.

Una vez más, sabia deducción del Pablito. Conduje dos calles más abajo, y buscamos el cartel que nos dijo el hombre.

Allí estaba.

La entrada a la nave, estaba llena de polvo, tierra, hojas secas.

“Aquí hace mucho que no entra un coche”, dijo Pablo.

Alguien nos estaba observando desde la acera de enfrente.

“Eh, chavales, ¿buscáis algo?”, nos gritó.

Fuimos hacia él.

“Sí, estábamos intentado encontrar al que montó esta empresa”, dijo Pablo.

“Bueno realmente, eso le gustaría a mucha gente. Ya no, pero hace dos o tres años esto era un desfile de gente buscándole. Yo creo que algo de dinero, pero ya os digo fuera lo que fuera, no se ha visto al tal Manuel por aquí en años. Aunque hace unos meses, un amigo que tiene una nave en el polígono de arriba, me dijo que le pareció verlo. Antes este amigo, tenía la nave ahí, al lado de la suya, pero como el asunto estaba tan complicado, alquiló una más pequeña en el polígono de arriba, y claro conocía a Manuel. Me dijo que le vio en una nave de fontanería, y que o era él, o era un doble clavado.”

“Gracias hombre por la información, nos daremos una vuelta por ese polígono a ver que vemos”, le dijo Pablo.

Nos montamos en el coche y fuimos al polígono de arriba. Lo separaba una calle, y efectivamente aquí las naves eran más pequeñas. Dimos una vuelta por las calles del polígono buscando una nave que pusiera algo de productos de fontanería.

Tuvimos que recorrernos medio polígono, pero al final dimos con la dichosa fontanería.

“Bueno, ¿y ahora qué? ¿Entramos ahí y nos liamos a ostias con el tío?, y ¿si no es él?” les dije.

“Realmente no tenemos ni idea de cómo es. La única que puede conocerle es Marisa. Podemos hacerle una foto y enviársela y que ella nos diga”, dijo Pablo.

“No veo factible entrar y hacerle una foto al pavo”, le dije a Pablo.

“Podemos entrar, mirar, decir que nos envía mi madre, y que vamos a ver algunos lavabos, y hacer un pequeño video para que ella lo vea. Así será más fácil cogerle a él en el vídeo”, dijo Oscar.

“No está mal pensado, venga vamos”, dijo Pablo.

Entramos en la tienda, vimos al pavo. Por la edad, podía ser perfectamente él. Tenía cuatro lavabos. Le preguntamos por más. Nos dijo que podía enseñarnos catálogos y que viéramos si alguno nos gustaba y en tal caso, lo traería.

Nos valía, eso permitiría hacer el video a Oscar. Y lo hizo con la disculpa que había ideado y además el tío se ofreció a contar delante del móvil, las excelencias de cada uno.

Salimos de allí diciéndole que lo enviábamos y que le diríamos lo que decía la madre de Oscar.

Cuando salimos, visualizamos el video. Era totalmente válido. Además, se le oía hablar lo cual también sirve para reconocerlo.

Oscar se lo mandó a Marisa, por wasap, con un comentario,

“Mamá, ¿te suena?

La respuesta de Marisa, casi fue inmediata,

“Que hijo de puta, ¿dónde está?

Oscar, llamó a su madre por teléfono. Era más práctico que andar escribiendo por wasap.

Le contó lo que habíamos hablado con él pero que no le habíamos dicho nada, solo que estábamos interesados en unos lavabos.

Marisa le dijo que le pasará la ubicación GPS, que iba para allí.

Oscar, se la pasó. Le dijo que la esperáramos fuera de la nave, y así lo hicimos.

Mientras llegaba Marisa, decidimos “armarnos”, estaba claro que se iba a liar parda, muy parda.

Yo cogí el antirrobo del coche. Es una barra de hierro, que, si le endiño a alguien en la cabeza con ella, se la reviento. Oscar, había ido preparado y llevaba una navaja y pablo se unió a mi versión mecánica, y cogió la llave de quitar los tornillos de la rueda del coche.

Marisa, apenas tardó 20 minutos en llegar. Cuando bajó del coche, como siempre deslumbrante, contorneando su cuerpo como una leona a punto de atacar, con una cara de mala ostia que nos puso a todos entre aviso, de que allí iba a haber “Jarana”.

Íbamos a conocer a la versión de Marisa más cabreada que podríamos haber imaginado nunca.

“Esperarme aquí”, nos dijo.

“Marisa, no es buena idea”, dijimos.

No nos escuchó, ya estaba dentro de la nave.

Nosotros desde fuera mirábamos por el escaparate.

“Tíos, a la mínima, entramos”, dijo Oscar.

El tal Manuel, al verla, y superada la sorpresa inicial, se dirigió hacia la puerta, entendimos que con la idea de echar la llave.

Aquello, era “la mínima”, y entramos los tres en la nave.

“Lo siento, ahora no puedo atenderlos”, nos dijo con la intención de que saliéramos de la nave.

Ahora fuimos nosotros los que cerramos la puerta.

“No, no nos vas a atender a nosotros, la vas a atender a ella”, le dije señalando a Marisa.

“Vaya, venís con ella”, dijo.

“Eres todo un lince, colega” le dijo Óscar.

Marisa se acercó,

“Parece que no te alegras mucho de verme, Manuel, al fin y al cabo, somos socios”

“Espera Marisa, deja que te cuente”, dijo él visiblemente acojonado.

“Claro que me vas a contar”, le dijo Marisa, “pero los billetes uno a uno, hasta los 135000 euros que me debes, pedazo hijo puta, el resto que tengas que contarme, me importa una mierda”.

“Yo no tengo ese dinero, te lo aseguro, ojalá lo tuviera y pudiéramos zanjar las cosas ahora mismo; las cosas fueron mal, invertí mal el dinero y cuando quise reaccionar ya me comían las deudas. Quise decírtelo, hablar contigo, pero no tuve otro remedio que desaparecer estos años”, la dijo Manuel intentando ser convincente.

Marisa, dejó el bolso en el mostrador, se quitó las gafas de sol, y le dijo,

“Así es que no tienes mi dinero…, Pues tienes un problema”, le dijo, a la vea que con la mano derecha le agarraba por los huevos apretándoselos a tope. Los tres nos miramos instintivamente echándonos la mano a los nuestros, aquello debía de estar doliéndole un huevo, bueno uno no, los dos.

“Pues has de saber que para poder hacer frente a tu deuda, he tenido que prostituirse, si, hijo de la gran puta, convertirme en una puta, por ser tan estúpida de ayudarte un día”, le retorcía los huevos mientras se lo decía, “me han pegado, vejado, humillado, ultrajado; he tenido que beber la orina de tíos, solo por su diversión, y todo porque un día confié en ti, y te digo esto con mi hijo y sus amigos delante, que por cierto ayer cuando se lo conté me dijeron que disfrutarían sacándole la entrañas y haciéndotelas comer si te encontraban, y mira por donde, van a poder cumplir su deseo, te hemos encontrado”.

“Pero antes de que ellos te saquen las entrañas, yo quiero demostrarme a mí misma, que no tienes huevos y que si los tienes no deberías de tenerlos. Pablo y Javier, ¿podéis sujetar a mi amigo?

Le cogimos de los brazos.

“Oscar, ¿has traído la navaja?”, preguntó Marisa.

Oscar no contestó, solo la sacó del bolsillo y se lo dio a la madre.

“Bien” dijo Marisa recogiendo la navaja con una mano y abriéndola.

“En esto de ahora tengo mucha practica”, le dijo mientras le desabrochaba el botón del pantalón, y le bajaba la cremallera. “Vamos a ver que tenemos aquí”, le dijo bajándole de una los pantalones y los calzoncillos, “anda mira, si tenemos aquí unos huevillos y una colilla”, le dijo mientras se los tocaba con una mano.

“Sabes, me llevo una sorpresa de ver que tienes aquí dos huevillos, pero estarás conmigo en que no deben de estar aquí, demostraste no tenerlos dejándome sola con este marrón.”, mientras decía esto, cogió la navaja y se la puso en los huevos a Manuel. Nosotros nos mirábamos con cara de, ¿Será capaz de cortárselos? Ella evidentemente estaba disfrutando pasándole la navaja por los huevos, a la vez que, con un dedo de la otra mano, le daba en la pollita, como dijo ella.

“No has demostrado tener huevos al volver, y no dar señales de vida con tu vieja amiga”, la navaja cada vez presionaba más los huevos de Manuel, a la vez que, con la otra mano, ya había cambiado el toquecito con el dedo en la polla, por hacerle una pequeña masturbación con la mano. La verdad es que la escenita era de órdago, a mí por lo menos me estaba poniendo muy burrito.

“Uhy, mira, si le está creciendo la pollita. Sabes, a lo mejor, mientras te corto los huevos, te hago una mamadita, a ver si te corres, tengo curiosidad por ver si aún te corres sin huevos.”

Era evidente, que, en ese ambiente, Marisa, no tenía ningún problema le había puesto cachondo a Manuel, y seguro que también a nosotros tres.

“Bueno allá vamos, espero que no te duela mucho Manuel, o si no, sí, que te duela muchísimo”

Manuel intentaba zafarse de nosotros, pero sin conseguirlo. Tenía cara de pánico, sabía que Marisa tan cabreada, como estaba no dudaría en cortarle los huevos. Marisa le cogió uno de los huevos con una mano, estirándoselo a tope y le puso la navaja en la base del huevo.

“Vale, vale, espera. Tengo 60000 euros que puedo darte ahora mismo. El resto te lo iré dando cuando pueda”, dijo Manuel.

“Bueno es un principio, Dámelos”, le dijo Marisa.

“Puedo subirme los pantalones?”, preguntó.

“No vas a salir así a la calle, Manolito”, le dijo Marisa.

“No hay que salir, lo tengo aquí”, le contestó.

“No me jodas que guardas aquí ese dinero”, le dijo Marisa sorprendida.

“Sí, después de aquello no soy bien visto en los bancos, por eso me hice aquí un pequeño escondite”, dijo mientras nos dirigíamos hacia un pequeño almacén en la parte trasera de la nave. Con una pequeña transpaleta, movió un palet. Debajo había un baldosín que se levantaba, y dentro una pequeña caja de caudales. La sacó la abrió, sacó todo el dinero que había dentro, dándoselo a Marisa.

“Ahí lo tienes. Me dejas sin blanca, pero reconozco que te debo más que el dinero”, dijo Manuel.

Mientras Marisa lo contaba, vimos en el otro lado del almacén otro palet, que estaba colocado de igual manera que este.

“Siempre he querido manejar una transpaleta de estas, ¿te importa?, le dijo a Manuel.

“No, no, juega con ella lo que quieras”, le contestó Manuel.

Pero aparentemente Pablo no quería jugar. Lo cogió y se fue hacia el otro palet. Lo accionó y levantó el palet. Bingo debajo había otra baldosa igual que la que había sacado el dinero Manuel.

“¿Que tienes aquí, Manuel?” le preguntó.

“Nada que os interese”, dijo él intentando correr con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos.

“Deja que eso lo decidamos nosotros”, le dijo Marisa

Levantamos la baldosa, flipamos

“¿Qué es esto, Manuel?”, le preguntó Pablo, sacando un paquete envuelto en plástico negro.

“Dejar, eso, es demasiado para vosotros”, contestó.”

“No me jodas que es droga”, dijo Pablo.

“Joder, sí, pero no es mía. Solo hago de almacén. Vienen, la dejan, se la llevan y me pagan por esconderla. Y eso es todo”, dijo Manuel.

“Y cuánto vale un paquetito de esos”, preguntó Marisa.

“No lo sé, pero supongo que en pequeñas dosis mucho, muchísimo”, contestó Manuel.

“Bueno, pues nos vamos a llevar ese paquetito, como garantía de que me vas a pagar el resto”, le dijo Marisa.

“No me puedes hacer eso. Si vienen a buscarlo y no está todo me matan.”, dijo el visiblemente asustado.

“Te dije antes, que me importa una mierda tus problemas. Seguro que puedo sacar lo que me debes con el valor de ese paquetito. Habla con los traficantes, diles que te adelanten el pago de futuros depósitos, seguro que te dan una buena pasta, y en cuanto pagues lo que debes tienes la droga. Vámonos chicos. Tienes mi teléfono. Cuando tengas el dinero me llamas”, dijo Marisa.

Salimos de la nave. Marisa, se quedó con el paquete metiéndolo en su coche.

“Por un momento pensé que le cortabas los huevos, mamá”, le dijo Oscar.

“Ganas no me han faltado. Ahora hasta que me llame, hay que andarse con mil ojos. Ante cualquier presencia sospechosa, a la policía. No me fio nada de los narcos”.

“Vuelves al trabajo, o te vienes para casa”, le preguntó Oscar.

“No, no, vamos para casa, y tu vente conmigo que no quiero ir con este dinero y el paquetito yo sola”, le dijo Marisa a Oscar, mientras se limpiaba las manos con un desinfectante, después del manoseo a Manuel.

CONTINUARA

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