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El mecánico se lleva a Ana por la noche

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El mecánico se lleva a Ana por la noche
El mecánico se lleva a Ana por la noche

Luego de la tremenda enfiestada que le habían dado entre el mecánico y el carnicero, Ana y yo no tuvimos noticias de esos dos brutos durante casi toda una semana.
Ella había sufrido algún desgarro anal y en el hospital le recomendaron que hiciera reposo. Aprovechamos esta situación y nos dedicamos entonces al sexo oral; Anita me chupaba la pija todas las noches hasta hacerme acabar en su delicada boca y yo disfrutaba lamiendo su dulce conchita como nunca antes lo habíamos hecho…

Durante el fin de semana mi mujercita amaneció con una calentura tremenda y me pidió que fuéramos hasta la carnicería, aunque todavía la cola le dolía bastante, me dijo que quería sentir la verga enorme de Marcos otra vez dentro de su cuerpo…

Apenas llegamos el tipo cerró el local y nos hizo pasar a la trastienda. Allí había una maciza mesa de algarrobo, donde condujo a mi esposa por la cintura y le hizo apoyar el pecho contra la tabla, mientras le levantaba el vestido hasta la cintura, para descubrir que otra vez no estaba usando ropa interior.
El muy bruto quiso meterle un enorme dedo en el culo a Anita, pero ella le dijo que estaba todavía lastimada y dolorida; que había venido a verlo especialmente para sentir su dura verga en la concha y que se la entregaba para que la cogiera y la hiciera acabar una y mil veces.

Marcos no necesitó escuchar nada más, dejó caer sus pantalones y otra vez pude ver su enorme pija lista para empalar y destrozar a mi esposa.

Se apoyó muy suavemente sobre la cola desnuda de Ana y fue penetrándola muy lentamente, disfrutando centímetro a centímetro la entrada de su verga en el interior de esa ya tan humedecida y abierta vagina. Le susurró al oído:

“Yo sabía que ibas a volver por más pija, pedazo de putita…”

Ana comenzó a gemir suavemente. Esta vez la enorme verga no le provocaba dolor sino placer, a juzgar por los jadeos y suaves suspiros que dejaba escapar. Pronto pude comprobar que llegaba a un silencioso orgasmo, mientras temblaba y se retorcía bajo el peso del carnicero, que se dedicaba a su propio placer, bombeándola con largas embestidas, deslizando dentro y fuera su dura herramienta bien lubricada por los fluidos vaginales. Cuando ella alcanzó su tercer orgasmo, el tipo se inclinó hacia adelante y se estremeció en una serie de convulsiones, dando a entender que había descargado toda su leche dentro de Anita.

Se retiró muy despacio, besando suavemente a mi esposa en el cuello y diciéndole que su concha era la mejor del mundo. Ella permaneció unos instantes todavía reclinada sobre la mesa, mientras rastros de semen corrían por sus largas piernas hasta el suelo. Luego se incorporó, se acomodó el vestido y se limpió con un trozo de papel, para decirme entonces que estaba satisfecha y que ya podíamos regresar a casa.

El carnicero nos despidió amablemente, diciendo que su amigo Ricardo seguramente iría a visitarnos esa misma noche.
En efecto, un rato después llamó mi amigo por teléfono, diciéndome que a las diez de la noche se daría una vuelta por nuestra casa.

Mi esposa se entusiasmó con la perspectiva de volver a pasar otra buena noche enfiestada y me preguntó si yo estaba tan caliente como ella al ver cuando otro hombre la cogía delante mío. Por supuesto le respondí que realmente me excitaba mucho verla dominada y entregada al placer de otros tipos, que eso me hacia muy feliz. Me besó muy contenta y comenzó a prepararse para la noche.

Finalmente me mostró el vestido que había elegido, uno de color dorado, muy corto, que apenas le tapaba el trasero, un escote profundo, dejando la espalda al aire hasta el nacimiento de la cola. Se notaba demasiado que prácticamente estaba completamente desnuda. Y para complementar eso, unos zapatos también dorados que me provocaron una tremenda erección mientras se los deslizaba por sus delicados pies. Era temprano todavía, así que le pedí me dedicara un polvo, ya que después solamente la disfrutaría ese hijo de puta del mecánico.

Sonrió divertida y se puso de rodillas, gateando sensualmente hasta donde yo estaba sentado. Me quitó los pantalones y me dedicó una tremenda mamada, pero antes de hacerme acabar se dio vuelta y levantó el breve vestido, ofreciéndome entrar en su lubricada concha. Me abalancé sobre ella y la penetré en una sola estocada, oyendo como gemía de placer ante tan sorpresiva embestida. En pocos minutos ambos alcanzamos un interminable y delicioso orgasmo simultáneamente, algo que hacia mucho no sucedía.
Luego disfrutamos una ducha juntos y nos dispusimos a cenar, esperando a Ricardo; quien llegó puntual, como era evidentemente su costumbre, muy elegantemente vestido.

“Flaco, hoy voy a salir con mi putita, la voy a llevar a bailar y después me la voy a coger bien cogida. Quiero que te quedes tranquilo, te la traigo de regreso temprano, bien llenita de leche…”

No me convenció demasiado la idea, yo quería estar presente cuando otro hombre se cogiera a mi esposa, eso era lo que realmente me excitaba. Imaginarme que la iba a disfrutar en privado ya no me calentaba tanto. Pero mi mujercita estaba contenta y dispuesta para salir a pasear, aunque fuera solamente con ese bruto por compañía.

Decidí aceptar, para satisfacerla y me quedé mirando televisión; de a ratos navegando en la red, hasta que el sueño me venció.

En plena noche me despertó el ruido de un motor frente a la puerta de calle. Diez minutos después entró Anita y se dirigió directamente al baño. Allí la encontré escupiendo semen en el lavatorio porque el muy hijo de puta la había obligado a chupársela mientras estaba estacionado en la puerta, a manera de despedida.

Me pidió que la dejara ducharse, después iba a contarme cómo la había pasado. Un rato más tarde apareció en el salón, completamente desnuda, se acerco al sillón, recostó su magnifico cuerpo sobre el mío y se puso a llorar, pidiéndome perdón porque había gozado como una verdadera perra toda la noche, lamentando que yo había aceptado quedarme en casa.
La calmé diciéndole que todo estaba bien, si ella era feliz disfrutando así, yo también lo seria. Le pedí que me contara todo.

“Me llevó a uno de esos boliches de moda, sobre el rio, había poca gente y fuimos directamente a un sector de reservados, un lugar bastante oscuro. Allí se dedicó a franelearme un buen rato, le encantó encontrar mi concha desnuda, me metió uno, dos y hasta tres dedos, haciéndome humedecer y gozar como loca. Me comió la boca como nunca, creo que eso me excitó tanto que acabé en un primer orgasmo increíble.
Había gente bailando y me pidió que saliera a la pista sola y me moviera sensualmente.
Por supuesto a los dos segundos tenía encima a un chico muy joven, que al principio bailaba cerca sin tocarme, pero finalmente me atrajo por la cintura y me apretó contra su cuerpo, mientras me acariciaba la cola.
Me miró fijo a los ojos mientras deslizaba una mano por debajo de mi vestido. Sentía que su verga estaba endureciéndose contra mi vientre. Le sostuve la mirada y le hice un mohín muy sensual cuando descubrió que la ausencia de una tanga le permitía a sus dedos entrar directamente a mi concha bien humedecida y ya bastante dilatada por los dedos de Ricardo.
Continué provocándolo con la mirada hasta que se desprendió del abrazo y me tomó de la mano, arrastrándome por el medio del salón hasta el baño de hombres. Entramos, me empujó dentro de una de las cabinas y me hizo inclinar apoyando mis manos contra la pared. Me levantó el vestido y metió un par de dedos entre mis labios vaginales, luego se llevó la mano a la boca, lamiendo mi esencia mientras se desabrochaba los pantalones. Enseguida sentí que su verga durísima se iba abriendo paso en mi concha, se deslizaba muy despacio mientras me aferraba firmemente por las caderas, impidiendo que me moviera o escapara. Apenas me la había metido hasta el fondo cuando se abrió la puerta y apareció Ricardo, haciéndose el enojado le preguntó a gritos:
“Nene, quién te dio permiso para cogerte a mi mujer?”
El chico se quedó petrificado, no sabía donde meterse. Se salió de mi concha y se escapó atropellando a Ricardo, que lo seguía insultando mientras el pobre se levantaba los pantalones.
Ricardo se rio a carcajadas y se puso en la misma posición del chico, diciéndome que iba a terminar con lo que ese tonto había dejado inconcluso. De una sola vez me hundió su enorme pija, con mucha urgencia, con bronca, parecía que me quería hacer daño a propósito.
No tuve ni tiempo de gozar, ya que en unas pocas embestidas Ricardo me llenó de leche y se salió, diciéndome que esto era solamente un aperitivo y que la noche recién empezaba.
Nos fuimos del lugar y paramos en un hotel de la Panamericana, donde eligió una habitación bastante oscura y repleta de espejos. Apenas entramos me tiró boca abajo en la cama y dijo que iba a romperme el culo como la primera vez. Le pedí que me cogiera por la concha, porque la cola todavía la tenía desgarrada y me ardía, pero no me hizo caso.
Me empujó hacia abajo, sujetándome del pelo, me levantó el vestido y de pronto sentí que entraba con toda su fuerza en mi cola. Grité como una loca porque me dolió muchísimo, sentía que su pija enorme me quemaba por dentro. Estuvo cogiéndome así con brutalidad por un buen rato, sin importarle mis gritos de dolor y mis pedidos para que se detuviera.
Su descarga de leche fue una bendición, ya que me lubricó el ano, me hizo relajar un poco, pero además me provocó un orgasmo increíble.
Después descansó un rato y apenas se recuperó me hizo montar sobre su pija y cabalgarlo hasta hacerlo acabar otra vez. Cuando llegamos a la puerta de casa me hizo chupársela por última vez hasta acabar en mi boca, dijo que cumplía con lo que te había prometido, te devolvía a tu mujercita rebosando semen…”

Luego de contarme todo se quedó adormilada en mis brazos, bien relajada y llena de leche, realmente como me había prometido ese hijo de puta. Le acaricié el cuerpo, recorrí sus hermosas piernas, la humedad de su concha, sentí la tremenda dilatación anal que todavía tenía y besé sus hermosas tetas llenas de magullones, mientras seguía pensando que ese tipo realmente ya era el dueño de mi delicada mujercita…

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