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Un pito desconocido para encender a Ana

Un pito desconocido para encender a Ana
Una noche cualquiera, después de una muy buena cogida en nuestra cama, mi mujercita me planteó su fantasía de querer coger con un perfecto desconocido.
Le dije entonces que yo podría buscar para ella un buen candidato en alguno de esos sitios de encuentros por la red. Anita aceptó
Durante unos días fui chateando con varios hombres en internet que me cayeron simpáticos; además de estar muy bien dotados.
Finalmente decidí que el candidato ideal era Sergio, un flaco joven, pintón, que vivía relativamente cerca y cargaba una verga enorme.
Hice que Anita lo conociera y conversara con él a través de la computadora y un sábado lo invitamos a salir a bailar con nosotros.
Esa noche ni adorable mujercita se vistió como una verdadera perra. Un vestido color negro muy corto y bien ceñido al cuerpo, que le marcaba mucho las tetas y su formidable culo. Medias de nylon sin tanga y unas sandalias de taco aguja que estilizaban sus torneadas piernas. Su maquillaje era perfecto y se había puesto un perfume dulzón, que me provocaba un tremendo dolor de pija…
Al verla lista para salir, le pedí que me dejara cogerla allí mismo; pero ella sonrió con malicia, diciendo que esa noche su concha caliente estaba reservada para otra verga. La mía volvió a dolerme…
Nos encontramos en un boliche y, después de compartir unos tragos, me levanté de la mesa para ir al baño. Así le dejaría tiempo a Ana para que conociera un poco más a Sergio.
Tardé más de quince minutos en regresar y encontré que Anita estaba haciendo un movimiento extraño bajo el mantel, sentada junto a Sergio. Pude ver que ella estaba acariciando discretamente ese enorme bulto por encima de sus pantalones.
El flaco tenía los ojos cerrados y no notó mi regreso a la mesa.
Anita me miró a los ojos, pero continuó acariciando esa verga. A esa altura de la noche, mi mujercita ya había terminado con varias margaritas y se encontraba un poco mareada. Me dijo que ya era hora de regresar a casa…
Al llegar nos sentamos en los sillones del comedor, pero entonces Ana le pidió a Sergio que se quedara de pie y se la mostrara.
Al principio el flaco pareció no entender, pero mi esposa bajó la mirada hacia ese bulto, que cada vez iba aumentando de tamaño.
Sergio se acercó a ella y se desabrochó el pantalón. Ana le pidió que se sacara la camisa para ver sus pectorales. Después se bajó los pantalones de a poco. No llevaba ropa interior.
Mi mujercita fijó la mirada en ese bulto que se extendía por la pierna izquierda. Estaba totalmente depilado y eso pareció agradarle a ella. La verga era realmente enorme y Ana abrió sus ojos asombrada.
Sergio le preguntó si le gustaría tocarlo. Ella se quedó callada.
Entonces Ana me miró buscando mi aprobación y yo se la di.
El tipo se acercó un poco más y ella estiró su mano. Tenía la mirada clavada en esa pija enorme. Ana se olvidó de mí…
Abrió su mano y abarcó esa verga hasta donde pudo. Se quedó mirando la mano alrededor de esa cosa monstruosa que seguía aumentando de diámetro. Entonces comenzó a hacerle una paja como solamente ella sabe hacer.
Mientras movía esa verga con sus dos manos, Ana comenzó a pasar su lengua por los labios. Yo sabía que eso era el preludio a una tremenda chupada de pija.
Le dije a Sergio que se sentara para que Anita se arrodillara delante de él. Al levantarse ella, se desprendió el vestido negro y lo dejó caer al piso.
No me llamó la atención ver que sus labios vaginales ya estuvieran brillantes por efecto de sus propios fluidos.
Quedó totalmente desnuda de rodillas frente a Sergio, solo vestida con esas sensuales sandalias de taco aguja.
Anita volvió a tomar esa verga enorme entre sus dos manos y sus dedos comenzaron otra danza masturbadora, mientras Sergio echaba la espalda hacia atrás y cerraba los ojos gimiendo.
Mi esposa estaba dispuesta a hacerlo acabar entre sus dedos. Ella apuntó la cabeza de esa verga a su cara y continuó dándole movimiento cada vez con más ritmo y frenesí. Sergio comenzó a retorcerse de placer. Pensé que Ana iba a tragarse la punta de esa pija endurecida, pero ella siguió solamente con sus manos.
De pronto el flaco arqueó la espalda y ya no aguantó más. Gruñó como un oso salvaje y comenzó a largar potentes chorros de semen sobre la cara de Ana. Ella abrió su boca y acertó a tragarse una buena cantidad de leche caliente. El resto quedó esparcido en su barbilla.
Ana sonrió satisfecha, mientras Sergio se deslizaba hasta el suelo. Ella se puso de pie y se dirigió al baño, caminando con movimientos felinos y balanceando sensualmente su lindo culo.
Cuando regresó al comedor, se había bañado y estaba radiante, otra vez llevaba solamente sus sandalias de taco. Sergio me pidió permiso para darse una ducha también.
Anita se lanzó a mis brazos y me susurró al oído que esa paja la había dejado muy caliente. La tumbé sobre el sillón y cogimos como locos mientras Sergio se duchaba.
Durante los quince minutos que él estuvo en el baño, hice acabar dos veces a Ana, que gritó sus orgasmos como una posesa.
Ella todavía quería más. Estaba totalmente encendida. La volteé boca abajo y volví a penetrarla desde atrás. Cuando Sergio salió desnudo del baño, se acercó a nosotros y pude ver que su verga se erguía otra vez mientras me miraba bombear a mi esposa.
Le susurré a Anita si quería aprovechar la calentura de ese flaco y ella sonrió con aprobación. Entonces me salí de su concha ardiente y le ofrecí mi lugar a Sergio.
Se acostó sobre la espalda de mi esposa y le advirtió que la cogería con suavidad para que no sintiera tanto dolor.
Sergio se impulsó hacia adelante y Ana tuvo un ligero sobresalto, dejando escapar un leve gemido. El flaco volvió a deslizarse y entonces mi delicada mujercita aulló como una perra en celo y comenzó a gemir y lloriquear. Parecía que estaba sintiendo dolor.
Entonces entendí el por qué: ese turro la estaba sodomizando; le estaba abriendo el estrecho culo con esa verga enorme, sin dilatarla antes ni lubricarla. Pero Ana ahora parecía disfrutarlo.
Sergio me miró y me pidió disculpas, diciendo que a él le gustaba coger por atrás a las mujeres y que mi esposa lo había excitado mucho como para dejar pasar la oportunidad de disfrutar su culo.
La bombeó con movimientos rápidos pero sin brutalidad. Ana gimió todo el tiempo y de repente levantó su cabeza, cerró los ojos y aulló largamente, mostrando que había alcanzado otro orgasmo mientras tenía esa cosa enorme enterrada en el culo…
Eso aceleró la calentura de Sergio, quien tres segundos después acabó en el ano de mi delicada mujercita. Se salió y Ana le dijo que todavía quería más…
Ella se dio vuelta boca arriba y abrió sus muslos al máximo, haciendo que Sergio metiera su cabeza entre ellos…
Después lo agarró por los pelos y empezó a moverle la cabeza despacio como refregándose la boca de Sergio por su vulva.
Ana comenzó a gemir y supe que estaba por acabar otra vez. Le ordenó al flaco que le chupara la concha más rápido y él obedeció. Entonces mi mujercita jadeo y suspiró profundamente; parecía que iba a desmayarse de placer con ese nuevo orgasmo.
Sergio sonrió al ver a Ana gimiendo y retorciéndose de placer. Me miró preguntando si realmente yo quería ver lo que iba a hacerle a mi esposa. Le respondí que quería ver su pija en acción…
Entonces se levantó del suelo y tomó las pantorrillas de Ana, haciéndole flexionar las piernas. Luego se inclinó sobre ella y mi esposa tomó esa verga enorme entre sus manos. Sergio le dijo que se relajara, porque se la iba a meter muy despacio.
Ana tomó confianza y, usando ambas manos, ubicó la punta de esa verga enorme entre sus dilatados y empapados labios vaginales. Sergio se impulsó despacio hacia adelante.
Mi mujercita echó la cabeza hacia atrás cuando sintió el contacto y volvió a mirar esa verga fijamente para apretarla más así entraba. Apoyó una mano sobre la cadera de él y lo empujó como diciéndole que empezara a metérsela de a poco. Cuando tenía la mitad de esa cosa adentro, ella le soltó las caderas y se estiró para aferrase de las nalgas de Sergio.
Empujó un poco más y entró hasta el fondo, completa…
En ese momento Ana se arqueó hacia atrás y pude ver su cara de gozo, tratando de aguantar otro nuevo orgasmo casi inminente. Se mordió los labios y comenzó a aullar despacio. Sergio se la sacó despacio hasta la mitad y ella se aferró al borde del sillón, acabando como una perra en celo…
Sergio siguió bombeándola despacio, mientras ella se retorcía de placer y temblaba sin control. Ana trataba de elevar sus caderas para que la penetración fuera más profunda. Cuando dejó de temblar, relajó su cuerpo y entonces Sergio disminuyó un poco el ritmo de sus embestidas. Unos segundos después, él arqueó la espalda y acabó dentro de la vagina de mi delicada mujercita.
Ana quedó exhausta boca arriba en el sillón, con sus muslos bien abiertos, mostrando la entrada de su vagina bien dilatada y enrojecida por la tremenda cogida que le había dado la verga de ese flaco. Se levantó para ir a ducharse otra vez…
Cuando regresó al salón, ya Sergio se había marchado. Ana pareció desconsolada, pero le aseguré que podría tener más en los próximos días.
Sonrió y me dijo que ya estaba lista para más, en ese mismo momento. Se dobló por la cintura y me mostró su entrada anal; algo dilatada y brillando con gel lubricante…
Esta vez no perdí tiempo ni siquiera en quitarme los pantalones…

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