Helena y una nena “diferente”
Helena y una nena “diferente”
Helena iba a quedarse sola el fin de semana y me preguntó si yo podía zafar de Víctor con alguna excusa y acompañarla a un boliche junto con otras amigas. “Salida de chicas” le dije a mi dulce maridito con una buena mirada sensual, “total, tenemos el viernes a la noche para nosotros dos”
Por supuesto esa noche de viernes lo esperé radiante, vestida solamente con un poco de lápiz labial y unos tacos aguja que lo volvían loco. Me cogió de manera salvaje en un sillón casi sin terminar de desvestirse y después me llevó en brazos hasta nuestra cama, donde terminé de dejarlo justamente… de cama.
Así que el sábado me maquillé y me vestí bastante discreta, no quería que Víctor pensara que íbamos de levante. Me dijo: ”estás bastante provocativa”, lo cual tomé como un lindo cumplido, ya que realmente no me sentía atractiva para nada, ni tampoco con ganas para que alguien intentara levantarme y cogerme esa noche.
Entramos al lugar con Helenita y sus dos amigas, dos pendejas ya divorciadas y mucho más calentonas que nosotras. Las dos heterosexuales, que ni se imaginaban nuestra relación secreta y que solamente hablaban de hombres, machos y pitos grandes. Apenas nos habíamos sentado a tomar unos tragos, cuando ellas enseguida acapararon la atención de algunos tipos jóvenes, con pinta de divorciados también y por supuesto aceptaron la invitación a bailar. Helena se me acercó a acariciarme en la oscuridad, entre las luces y el humo nadie podía vernos.
Un rato después se nos acercaron dos chicas espectaculares, curvas por donde se las mirara, labios carnosos, largas piernas torneadas, mucha minifalda, mirada de putas… en fin, cómo resistirnos ??!!!. Aceptamos que se sentaran en el lugar de las otras dos pendejas y nos pusimos a conversar. Llegamos a la conclusión de que también eran bisexuales, eso hizo que nos relajáramos un poco. La que estaba junto a mí se llamaba Sonja, con “jota”, me aclaró. Le pregunté si era su nombre de guerra y riendo me dijo que por supuesto. Su amiga era Carla y entre la poca luz que nos rodeaba, pude ver que ya estaba enredada besándose con Helena. Un rato después las dos se levantaron, diciendo que iban al toilette.
Yo me quedé disfrutando de la compañía de Sonja, con jota, que resultó ser una nena muy agradable, divertida y sobre todo… muy caliente. Comenzamos a acariciarnos mutuamente y en un momento me propuso también ir al toilette y naturalmente acepté. Me tomó de la mano y me condujo a través de la gente. Entramos al lugar y enseguida reconocí los suspiros de Helena que provenían de una de las cabinas cerradas. Nosotras nos encerramos en una contigua, desde donde se podía oír ahora también los gemidos de Carla.
Sonja tomó la iniciativa y me hizo apoyar las manos sobre la pared, inclinando un poco el cuerpo, sacando la cola. Comenzó a acariciarme desde los muslos, subiendo muy despacio a través de ellos, hasta que sentí que llegaba a mi diminuta tanga y la deslizaba por mis piernas hasta los tobillos. Me la quitó y me hizo separar todavía más los pies, pasando luego una de sus manos por mi entrepierna, acariciando mi monte y haciendo que mi titilante concha se humedeciera. Luego sentí su lengua explorando mis labios mayores, al mismo tiempo que me hundía un par de dedos hasta el fondo. Comencé a gemir y suspirar, lo que provocó la risa de Helena en la cabina contigua. Esta nena Sonja era realmente muy buena con su lengua; sentía que el contacto de sus labios en mi clítoris me provocaba una sensación indescriptible de placer y lujuria.
Se puso de pié detrás de mí y levantó mi falda hasta la cintura, mientras un ruido de tela me indicaba que se había bajado los ajustados pantalones. Se acercó a mi cuerpo y entonces sentí que me apoyaba algo bien duro y caliente contra mis nalgas desnudas… Era una verga bien erecta, que temblaba en la raja de mi cola. Giré para mirarlo a los ojos, porque ni yo misma podía creer cómo me había engañado así. Se sorprendió por mi gesto de sorpresa y me preguntó con cara de decepción:
“Te pido disculpas, pensé que lo habías notado. Todo bien si no seguimos adelante”.
Antes de que pudiera responder se abrió la puerta y apareció Helenita, sonriendo jocosamente y diciendo: “Carla tiene una conchita muy caliente, si te parece, cambiamos y yo me quedo con Sonja y su paquete sorpresa”. Sonreí agradecida, besé a Sonja y le expliqué que no era nada personal, pero prefería las nenas calientes porque en casa ya tenía la mejor de las vergas solamente para mí. Ella (o él, en realidad) también sonrió, agradeció mi sinceridad y tragó saliva cuando vio que Helena se le iba encima. Cerraron la puerta detrás de mí y enseguida comenzaron a gemir y jadear.
Carla me esperaba afuera, dijo que estaba todo bien si solamente conversábamos con unos tragos de por medio pero, antes quería escuchar un poco más los alaridos de Helena ante los embates de su amiga. “Sonja la tiene enorme y se le pone muy, muy dura, es increíble cómo coge, a mí me hace ver las estrellas cuando me la mete”. Me lo podía imaginar, ya que la sentí realmente grande y dura contra mi cola.
Helena gritaba como una verdadera perra, pedía más y más, que se la metiera bien adentro, con fuerza, más duro !!! De Sonja solamente se oían bufidos y gemidos, además de los golpes contra la puerta y las paredes. Finalmente reconocí el aullido final de mi amiga llegando al orgasmo y segundos después también su amante hacía lo mismo. La puerta de la cabina se abrió y Helena salió tambaleante, la cara colorada y una inconfundible expresión de placer en sus labios. Detrás apareció Sonja, con su gran bulto ahora bien evidente dentro de sus pantalones. “Nunca me imaginé que una nena con pito me podía coger tan, tan bien” afirmó mi amiga sonriendo con cara de lujuria.
Terminamos bailando las cuatro en la pista.
Las dos pendejas reaparecieron después de abandonar a sus efímeros pretendientes y se entusiasmaron bailando con nuestras nuevas amigas, así que pronto Helena y yo desaparecimos, festejando que tal vez también ellas, en algún momento de la noche, se llevarían una buena y enorme sorpresa…